¿Por qué las películas anime (casi) nunca valen la pena?

1. Introducción e historia

Si has visitado regularmente este blog estoy seguro que esta afirmación clickbaitera no te ha engañado en lo absoluto. Por el contrario, si has entrado aquí por primera vez pinchando en el enlace de esta entrada te comunico que estás en un error si crees que estoy siendo tan tajante. Muchos de los títulos más notables y sobresalientes del medio animado proceden del país del sol naciente. Posiblemente tú mismo has visto los largometrajes producidos por el famoso Studio Ghibli, que van desde El castillo en el cielo (1986) hasta El chico y la garza (2023). No obstante, la lista de películas sobresalientes incluye numerosas entradas en las filmografías de Osamu Dezaki, Mamoru Oshii, Satoshi Kon, Mamoru Hosoda, Makoto Shinkai, entre otros nombres ilustres del medio.


Si el anime está repleto de propuestas magníficas... ¿entonces a quién me estoy refiriendo en el título? Pues obviamente estoy señalando a una categoría concreta de filmes: los largometrajes derivados de franquicias populares. Desde una perspectiva comercial, la producción de un largometraje es una forma de capitalizar el interés que existe por la obra original para atraer a gran parte de los espectadores de la serie de TV. Y, por supuesto, acercar a nuevos fans que aún no hayan leído el manga o visto la adaptación televisiva. Estos asistentes, que podrán contarse por millones, pagarán gustosamente su entrada. No obstante, el asunto no termina ahí porque las posibilidades de mercadeo incluyen la venta de ediciones en vídeo, figuras, novelas y mangas promocionales, etc.

Esta estrategia comercial lleva operando prácticamente desde la aparición de las primeras adaptaciones de mangas populares. Véase Astroboy (1963-66), Kyojin no Hoshi (1968-71) o Attack No.1 (1969-71). Aquí la fórmula preferida era la compilación de episodios de la serie de TV, aunque algunos optaron por la reinterpretación del material televisivo o la creación de historias originales. Mazinger Z (1972-74) cumplió con lo segundo, atreviéndose incluso con un crossover en Mazinger Z vs Devilman (1973). Con posterioridad, Toei continuó explotando la fórmula del crossover en filmes de menor duración, usando a otros robots gigantes y personajes del universo de Go Nagai. A finales de la década de 1970, con el fin de dar una segunda vida a muchos títulos televisivos, surgió un tipo de filme semejante a la compilación de episodios: las películas resumen. Es decir, películas cuya pretensión consistía en narrar una selección de los acontecimientos más importantes de la serie. Algunas se construían a partir del montaje original, aunque otras elegían empezar desde cero sintetizando y presentando nuevas escenas. Como ejemplo de ambos casos se hallan Space Battleship Yamato (1977), Galaxy Express 999 (1979) o Aim for the Ace! (1979).

La década de 1980 continuó la fórmula de las películas resumen, sobresaliendo la recopilación de Mobile Suit Gundam (1979-80) en una trilogía que permitió modificar y expandir el final de la serie dirigida por el incansable Yoshiyuki Tomino. No obstante, esta fórmula tan usada por Sunrise en sus series de mechas no fue el modelo imperante. Ante el éxito rotundo de series de televisión como Doraemon (1979-2005), Dr. Slump (1981-86) y Urusei Yatsura (1981-86) y el auge del ámbito cinematográfico, la explotación de las franquicias pasó por la producción anual de largometrajes que desarrollaban argumentos originales que no estaban presentes en el manga. Aquí la adaptación de Rumiko Takahashi triunfó en especial a partir de la creación de obras maestras como Urusei Yatsura 2: Beautiful Dreamer (1984) y Urusei Yatsura 4: Lum the Forever (1986). La intención de desarrollar cuestiones no abordadas en la serie de televisión o experimentar en términos formales dio lugar a otras grandes cintas en años posteriores como Digimon Adventure: Our War Game! (2000), Crayon Shin-chan: The Adult Empire Strikes Back (2001) y Saint Seiya: The Heaven Chapter - Overture (2005).


Desafortunadamente, este grupo de joyas a reivindicar entre el público general constituye una minoría en la suma total. Y eso incorporando reinterpretaciones y secuelas del nivel de Macross: Do you remember love? (1984) o The First Slam Dunk (2022). La realidad es que la mayoría de largometrajes estrenados en cines no son, ni de cerca, tan atrevidos en forma y fondo. En particular, los productores intentan seguir la línea marcada en el manga y/o adaptación televisiva al conservar sus elementos esenciales: el argumento, el elenco principal de personajes, los actores de voz, el tono narrativo, los temas musicales memorables y otros tantos. Es decir, lo que funciona debe mantenerse sin cambios sustanciales que puedan provocar una debacle comercial en su estreno. Las preferencias del público cambian con el tiempo, sintiéndose hastiado cuando se le ofrece una y otra vez lo mismo, pero su comportamiento en relación con sus franquicias más queridas no es tan flexible. Por ejemplo, los espectadores pueden rechazar el cambio radical en el estilo de animación, pero es improbable que lo hagan con una presentación más cuidada y creativa de la animación convencional de la serie.

Esta circunstancia limita el potencial del proyecto, que frecuentemente está obligado a ser “lo mismo, pero mejor”. No obstante, el espectador rara vez considera que las películas derivadas de su franquicia favorita son superiores al manga o la serie de televisión original. ¿Por qué? En general, el público detecta la falta de originalidad del argumento, que tiende a versar sobre cuestiones trascendentales como detener los planes de una organización malvada que pretende dominar el universo o salvar el mundo de una catástrofe natural que causará su destrucción. Un punto de partida muy común, aunque con el que se puede jugar de muchas formas. El problema es que está atado a una fórmula o esquema, donde los eventos se desarrollan siempre de la misma forma a partir de unos elementos básicos. Esta cuestión la abordaremos más adelante con dos casos de estudio. El segundo inconveniente afecta gravemente a las obras de narrativa lineal: la reutilización de eventos, arcos de desarrollo, tramas y subtramas, así como otros aspectos relacionados con el presente arco argumental del anime en cuestión. One Piece (1999) es un ejemplo paradigmático, ya que muchas de sus películas son reflejos fieles de la saga de turno. Véase One Piece: Dead End Adventure (2004), que busca en el villano, Gasparde, imitar el carácter y los poderes del Crocodile de Arabasta.

Ahora bien, podría hablar en mayor profundidad de cada aspecto, pero para ello es mejor recurrir a un caso de estudio: Dragon Ball Z (1989-96).

2. Caso de estudio: Dragon Ball Z

Dragon Ball Z es es uno de los pocos ejemplos de secuela que superó por mucho en popularidad y éxito comercial a su primera parte animada. Este hecho se tradujo en la producción de 16 largometrajes que se pueden clasificar en 13 películas estrenadas en cines, 2 especiales de televisión y 1 película dividida en dos episodios en formato OVA. Todos estos productos, junto a otros menos relevantes, fueron producidos en apenas 7 años y con una periodicidad de 6 meses por largometraje. Sin duda alguna, DBZ era la gallina de los huevos de oro de Toei junto a otras series como Sailor Moon (1992-97) o Slam Dunk (1993-96), los cuales también lanzaron múltiples productos audiovisuales derivados de sus series de televisión. Ahora la cuestión es: ¿valían realmente la pena? 

En general, y dejando de lado las pequeñas joyas que fueron los especiales de televisión, la vara está muy baja con las películas de DBZ. Muchos fans que tienen a DBZ en un pedestal puede que se indignen al leer estas palabras, pero la realidad es que sus largometrajes son productos mediocres en contenido cuya única virtud notable se halla (y no siempre) en su dimensión técnica. Efectivamente, el principal defecto de DBZ recae en su contenido, con un desarrollo argumental y temático que solo puede calificarse de superficial y falto de creatividad. No obstante, esta pequeña explicación y las credenciales del blogger no bastan para convencer a la mayoría, por lo que considero necesario explayarme lo suficiente para que el fandom no se lance a mí con rabia en caso de encontrar este blog.

Uno de los factores que explica este defecto crucial es el esquema a partir del cual se desarrolla casi todo filme de DBZ: un enemigo desconocido, que nadie antes había mencionado ni una vez, llega a la Tierra o se revela desde los espacios más recónditos tras romper el sello que lo apresaba. Su meta es la conquista o la destrucción del mundo/universo, aunque probablemente antes decida ejecutar una venganza en contra de un viejo enemigo suyo (Kami-sama, los cuatro Kaio, Goku y su descendencia, los Guerreros Z, etc.). Los protagonistas son inicialmente sorprendidos por este nuevo antagonista (y los frecuentes secuaces), quien explica por sí mismo o a través de un segundo personaje (Kami-sama, Bulma, Kaio del norte, etc.) cuáles son sus orígenes y las metas que desea alcanzar. Poco a poco, los Guerreros Z van cayendo uno tras otro hasta que Goku (y, en contadas ocasiones, otro Saiyajin como Gohan) es el único que queda en pie para vencer al líder del grupo. Por desgracia, el villano obtiene un power-up (generalmente una transformación) que le permite superar al protagonista, pero este con la ayuda de su repertorio de ases en la manga como el Kamehameha o la Genkidama logra vencerlo finalmente. Aunque hay algunas variaciones de la fórmula como la posibilidad de suprimir a la figura de los subordinados del antagonista, este esquema es tan rígido que se repite a lo largo de los 13 proyectos cinematográficos.


Otro inconveniente, por supuesto, es la reutilización de elementos de arcos argumentales previos: poderes, acciones memorables, eventos principales, giros argumentales, prototipos de personajes, entre otras tantas posibilidades. Algunos largometrajes son más derivativos que otros de un arco argumental concreto, como Dragon Ball Z: Los mejores rivales (1991) que extrae de la Saga de Freezer y el primer acto de la saga de los Androides y Célula; y otros se retrotraen más en el tiempo, como Dragon Ball Z: El más fuerte del mundo (1990) que está influenciado por ideas de la saga de la Red Ribbon. La única excepción en el grupo cinematográfica es Dragon Ball Z: Estalla el duelo (1993), donde el personaje de Broly responde al deseo de presentar una explicación alternativa a la figura del supersaiyajin legendario de la saga de Freezer. 

En particular, me gustaría señalar un ejemplo de la primera categoría muy fácil de exponer: Dragon Ball Z: Garlick Junior inmortal (1989). Esta película básicamente saquea toda clase de elementos y aspectos de las sagas del Gran Rey Demonio Piccolo, la 23.ª Edición del Torneo Mundial de las Artes Marciales y el primer acto de la saga de los Saiyajin. Como punto de partida, el filme empieza con la aparente derrota de Piccolo a manos de los súbditos de Garlic Jr. y el rapto de Gohan. Este inicio es similar al primer arco de DBZ, ya que Raditz sale indemne del encuentro con Piccolo y secuestra a Gohan con el fin de ponerle un ultimátum a Goku. Más adelante, sin embargo, vemos que las ideas de las primeras sagas citadas aparecen cuando Garlic Jr. reúne las bolas de dragón para pedir la vida eterna y Kami-sama protagoniza un intento de ataque de suicida para vencerlo. Y, por supuesto, repetimos la dupla de Goku y Piccolo para derrotar a Garlic Jr. (Raditz), con la intervención “inesperada” de Gohan. Y así podríamos citar otros detalles como la introducción del dinosaurio azul imaginario, muy amigable con Gohan y que sospechosamente se parece al Gran Dragón; o la raza de los malévolos, que si bien se expande más sobre ellos en el relleno de la serie continúan siendo una derivación de los demonios liderados por el malvado Piccolo.


Esta imposición creativa de elaborar largometrajes que se limitan a regurgitar los aspectos más atractivos o los mejores momentos de DBZ a partir de pequeñas alteraciones paradójicamente rechaza la creatividad del manga de Akira Toriyama. Es decir, las ideas anteriormente novedosas dejaron de serlo. No obstante, esta reunión de ideas pasadas no se aprovecha para visitar desde otro ángulo aquellos temas de la serie. De hecho, los largometrajes son la mayor expresión de vacío temático, ya que el argumento es una excusa para dedicar alrededor de ¾ de los 45-60 minutos de metraje a un conjunto de secuencias de acción que pueden puntuar más alto o más bajo, pero que son anodinas al no explorar las relaciones entre personajes o conocer los deseos profundos de los villanos más allá de las tres líneas de diálogo sobre su trasfondo y objetivos. Casi podría contar con los dedos de una sola mano (y aún me sobran), las veces en que el filme aporta algo nuevo, sin rayar en la insustancialidad más absoluta. Por ejemplo, véase la relación de amistad entre Trunks y Tapion en Dragon Ball Z: El ataque del dragón (1995). 

En conclusión, los largometrajes derivativos son generalmente una de las peores propuestas creativas en la industria del anime. Los modelos son múltiples (películas resumen, compilaciones de episodios, crossovers, etc.), pero los argumentos originales influenciados por los momentos más icónicos y atractivos del anime popular de turno son la regla. Su falta de originalidad, relacionada con su atadura a un esquema rígido y el saqueo vergonzoso de los arcos argumentales pasados o presentes, es un lastre demasiado pesado que no puede esconder el mejor envoltorio de caramelo del mundo. Dragon Ball es el ejemplo paradigmático de los nekketsu de antaño, aunque lo mismo podría decirse de otros como Saint Seiya (1986-89) o Yu Yu Hakusho (1991-95). Para quitarnos este mal sabor de boca, y terminar positivamente esta nota, voy a dejaros una lista de los mejores títulos de esta categoría:

-Lupin the Third: The Mystery of Mamo (1978)
-Urusei Yatsura 2: Beautiful Dreamer (1984)
-Urusei Yatsura 4: Lum the Forever (1986)
-Dirty Pair: Project Eden (1987)
-Kimagure Orange Road: I Want to Return to That Day (1988)
-Neon Genesis Evangelion: The End of Evangelion (1997)
-Revolutionary Girl Utena: The Adolescence of Utena (1999)
-Digimon Adventure: Our War Game! (2000)
-Crayon Shin-chan: The Adult Empire Strikes Back (2001)
-Cowboy Bebop: The Movie (2001)
-Crayon Shin-chan: The Battle of the Warring States (2002)
-xxxHOLiC The Movie: A Midsummer Night’s Dream (2005)
-Gurren Lagann Movies (2008-09)
-Puella Magi Madoka Magica the Movie Part III: Rebellion (2013)
-Lupin the Third: Jigen’s Gravestone (2014)
-Konosuba - Legend of Crimson (2019)
-The First Slam Dunk (2022)

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2 Comentarios

  1. Saludos Jubei

    Aún no habiendo visto tantas películas que encajan en esa categoría seguía teniendo esa concepción general de “Típica Película de franquicia”, y similar pasará con la mayoría de televidentes así sea del Shonen casual. Por ello me ha resultado muy interesante tu artículo para sintetizar más el concepto.

    Desconocía al completo la situación de Dragon Ball por mi desconocimiento de la saga, así que brindas un interesante esquema a tener en consideración cuando algún día la vea. Eso sí, he visto la última versión de Broly (2018) que recuerdo disfruté bastante, más allá de verla en cine, la animación y dirección me mantuvieron bastante emocionado cumpliendo ese cometido que mencionas sobre cómo esas “películas de anime” también sirven como introducción a la saga para quienes sean ajenos.

    También que últimamente, considero más notable las películas que adaptan arcos completos a modo de continuación directa de la serie, sea KnY, JJK o próximamente Chainsaw Man, aunque de todas maneras la “película Shonen irrelacionada” está lejos de dejar de existir teniendo a Black Clover, Boku no Hero o todavía aún Dragon Ball.

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  2. Buenas, Napo. Precisamente, se me olvidó citar el nuevo modelo de películas de franquicias populares: las que continúan en un largometraje el arco argumental siguiente. Es un fenómeno algo reciente, pero creo que se va a seguir viendo con el paso de los años porque ahora muchas series populares se producen en temporadas de 13-26 episodios. Ciertamente, son mejor elección que la propuesta desinspirada de siempre, pero lo mejor sería aprovechar la oportunidad de hacer algo creativo

    Un saludo

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