Reseña: Kyou kara Ore wa!!


Sinopsis

Un día, Takashi Mitsuhashi y Shinji Itou, deciden dar un cambio importante en sus aburridas vidas, aprovechando que van a ser transferidos a la preparatoria Nanyou. Su idea pasa por convertirse en verdaderos macarras. De esos que llevan uniforme negro, un corte de pelo llamativo y se meten en peleas. Sin embargo, ninguno de los dos contaba con que el otro tuviera la misma idea, así que al conocerse sienten como si el otro le estuviera copiando el plan. Afortunadamente, tras varios encontronazos, se vuelven amigos inseparables. Sus problemas, no obstante, solo se incrementan a medida que se involucran con otros gamberros, ganándose un nombre en la ciudad. ¿Podrán hacer frente a todos los desafíos? ¿Dejarán de ser unos macarras “improvisados”?

Trama y Desarrollo

Uno de los arquetipos que se consolidaron en el manganime desde su irrupción en el medio fue, sin lugar a dudas, el delincuente juvenil. Estamos ante un estudiante de preparatoria con uniforme negro y peinado extravagante que se agrupa en pandillas mientras se mete habitualmente en problemas por su actitud violenta e irrespetuosa. Aunque a día de hoy existen algunos exponentes importantes del género como Tokyo Revengers (2021), la época dorada de los gamberros empezó a mediados de los años 80. Ante el éxito cosechado por las irreverentes comedias escolares de la primera mitad de la década de 1980, representadas por Urusei Yatsura (1981-1986), el subgénero gamberril pasó a ser el protagonista dentro del género escolar. Sin embargo, en vez de invadir la televisión, optaron por ocupar un espacio relevante dentro del formato OVA. Un hecho desconocido entre el fandom occidental porque gran parte de estas miniseries y películas no fueron exportadas fuera de Japón. Y, por lo general, son adaptaciones muy abreviadas de sus respectivos mangas, lastradas por un pobre desempeño en lo audiovisual cortesía de las mediocres producciones de Toei y J.C. Staff.

Aunque ninguna realmente escapa del todo a esta crítica, nos encontramos con algunas excepciones que oscilan entre lo aceptable y lo notable como Sakigake!! Otokojuku (1988) y, sobre todo, Kyo kara Ore wa!! (1993-1997). La adaptación del manga de Hiroyuki Nishimori también fue afectada por una intensa abreviación, pasando de unos 38 tomos a 10 OVAs producidas por Pierrot con una duración media de 45 minutos. Es decir, la duración se encuentra cerca de la típica serie de TV de 24 episodios. Kyo kara Ore wa!! está, por tanto, muy lejos de esas miniseries de alrededor de 100 minutos, ofreciendo una muestra representativa de las aventuras del manga al tiempo que evita el agotamiento argumental que persigue al subgénero desde su origen.

De la misma manera que otros títulos del estilo, estamos ante la rutina de problemas episódicos que todo matón de instituto afronta en su día a día. Si bien existe cierta continuidad débil en la forma de personajes recurrentes, fama cosechada en la calle o desarrollo personal, los capítulos presentan una trama principal y un par de subtramas, según los secundarios presentes, que concluyen casi siempre en el mismo capítulo que empezaron. Por supuesto, sin alterar determinado status quo. El punto de partida varía mucho: desde un simple viaje escolar hasta la adquisición de una scooter, pasando por las tentativas de venganza de Imai o los abusos del docente para restaurar la disciplina. Sin embargo, el común denominador a todos los episodios es la aparición de un grupo de pandilleros que entra en conflicto con los héroes. Así, se suceden una serie de escaramuzas donde los matones van y vienen, con Mitsuhashi e Itou pasándolas canutas en sus peleas callejeras hasta que el líder enemigo recibe su merecida paliza.

Una fórmula que tristemente se vuelve monótona y es fácil de quemar, tal como le ocurrió a Be-Bop Highschool (1990-1998). El presente anime, aunque presta atención al humor u otras cuestiones menores, no sortea el problema enteramente. Algunos episodios, tras sus primeros compases, caen en una dinámica de peleas callejeras, palizas, rescates y venganzas donde el caso se alarga sin razón hasta volverse un somnífero. El cap. 3 lo ilustra bien porque regresa la pandilla de la preparatoria Akehisa para cerrar el conflicto, pero en lugar de introducir al jefe directamente nos devuelven en la primera mitad a Sagara, quien no aporta nada nuevo como villano. Aunque las jugarretas de Mitsuhashi o el infortunio de Imai mantienen el barco a flote, uno prefiere ver sus travesuras infantiles que decenas de peleas para restaurar el honor perdido contra jóvenes tiranos que insisten en instaurar su injusta ley. Unos antagonistas que, por cierto, no sobresalen demasiado entre otros matones, pero por lo menos los diferencian lo suficiente. Por ejemplo, Nakano es un pendenciero que solo busca probar su fuerza y Sagara es un tramposo sin honor.


Si bien nunca se aproxima al desastre, este tipo de comedias estudiantiles no son nada sin la química y las interacciones entretenidas que emergen de un grupo de personajes con la chispa necesaria. En primer lugar, hay que destacar al carismático dúo formado por Mitsuhashi e Itou. Por una parte, el primero es un diablillo de cabello rubio cuyo principal rasgo es su traviesa cobardía, ya que siempre juega sucio para ganar. Aprovechando su ingenio, usa toda clase de artimañas que incluyen trampas y engaños como su falsa peluca y su cartera blindada. Una astucia de la que suele jactarse, dándose humos y presumiendo de su superioridad. A ello hay que sumar un carácter anárquico, molestando con su imprudencia y fanfarronería a amigos y enemigos. A pesar de todo, Mitsuhashi mantiene un cierto sentido de la camaradería que le impulsa a pelear por los suyos. Por el contrario, el segundo integrante es un “caballero” de pelo pincho que sobresale por sus principios y su orgullo, sin buscar recompensa alguna a la hora de ayudar a quien lo necesite, pero también golpeando al que le falte el respeto. Este hecho se refleja en su estilo de pelear, que no recurre a trucos sucios sino que siempre va de frente por una cuestión de honor. Algo que normalmente le cuesta un par de derrotas.

Ambos están en la línea de otros matones de la época (rudeza, camaradería, problemas, etc.), pero la magia está en el contraste entre ambos y la construcción de su amistad masculina. En un principio, su relación era tensa porque coinciden en todos lados y piensan que uno le está tomando el pelo al otro al copiarle. Muchas de sus interacciones posteriores se basan en discusiones estúpidas, dando lugar a burlas y peleas por sus peinados, sus logros, el tipo al que quieren zurrar, entre otros temas. Otras, en cambio, vienen porque Mitsuhashi arrastra a Itou a una situación problemática o pretende dejarle en mal lugar como, por ejemplo, cuando asocia su peinado del capítulo 4 con un cambio de look otaku. No obstante, el roce hace el cariño y su relación crece lo suficiente como para que no solo se pisen mutuamente sino que se ayuden en sus peores momentos. Un ejemplo es cuando Itou miente a propósito para evitar ponerle en peligro. Al mejorar su relación, sin embargo, se redujeron un poco las interacciones divertidas entre ellos y Mitsuhashi pasa a ocupar un lugar preponderante dentro de la narrativa al perfilarse como un granuja que siempre mete en problemas a los demás y acapara toda la atención.

Otro de los activos importantes que funcionan como complementos son los secundarios recurrentes: Imai, Tanigawa, Riko, Ryou y Kyouko. Sin lugar a dudas, Katsutoshi Imai es la joya de la corona, a la altura del dúo protagónico. Imai es un rival que se define por su rencor obsesivo hacia Mitsuhashi por humillarlo en una ocasión. Su venganza, sin embargo, no es consumada por ser un idiota cuya ingenuidad y mala suerte provoca que su implicación con el rubio solo le traiga más desdicha. Sea por convertirse en víctima de algún plan fallido o por tropezar con otros matones que la pagan con él. Su aciago vínculo causa que hasta la mujer que le gusta esté enamorada de Mitsuhashi. ¿Mala suerte? ¡Peor! Ojalá hiciera caso de los consejos de su mejor amigo Tanigawa, quien siempre está ahí para escuchar sus lamentos y ayudarle en lo que necesita. Como curiosidad, la actuación de voz de Yuusaku Yara es divertidísima por su modulación.

Otro personaje destacable es Riko Akasaka, una compañera de clase que posee el papel de interés romántico para Mitsuhashi. A diferencia de Kyouko, quien se adecúa más a las convenciones de la mujer femenina, Riko es una muchacha de rasgos más masculinos por su entrenamiento en las artes marciales. Su dinámica con el protagonista también difiere de la que tienen Itou y Kyouko, que son una pareja de novios más sinceros en sus sentimientos a pesar de la timidez del primero. Sinceridad sentimental que no destaca en Riko, pero es su perfecto complemento al ser de los pocos capaces de ponerle límites. O más bien intentarlo porque le gusta hacer oídos sordos de sus consejos. Por otra parte, Riko suele venir acompañada de su menos interesante amigo de la infancia Ryou, quien es un joven recto al que no le cae bien Mitsuhashi por su actitud gamberra y deshonrosa. Su papel se reduce al ridículo porque siempre le patean el culo cuando intenta enfrentarse al matón principal.

Para terminar, la última cuestión pendiente que debemos afrontar es la animación. En general, y para ser una serie con tantos episodios extensos, el resultado fue aceptable, aunque esté muy próximo a la calidad promedio de la época. Si la comparamos con Shonan Junai Gumi (1994-1997) u otras obras del estilo sale ganando, pero no es nada para presumir. Su presentación es próxima al estilo televisivo, sin nada destacable en términos de puesta en escena. Algunos episodios, como el cap. 3, incluso bajan el listón, reciclando muchos flashbacks. Otros, como el capítulo 4, elevan bastante el nivel, mostrándonos peleas que no se reducen al montaje de imágenes estáticas sino que se basan en una coreografía de movimientos. De hecho, a partir de aquí las peleas están más coreografiadas. Por ejemplo, el conflicto con los yakuzas tiene momentos brillantes protagonizados por Itou, Imai y Mitsuhashi. Ahora bien, su punto fuerte radica en el detalle y la coherencia del dibujo, sin descuidos importantes y destacando por las expresiones intimidantes y los rostros repletos de moratones de los maleantes. También están las deformaciones cómicas y el ocasional estilo chibi para representar la faceta traviesa del diablillo.

En conclusión, Kyo kara Ore wa!! es una comedia escolar de delincuentes juveniles que sobresalió entre sus pares gracias a una adaptación del manga menos abreviada, las ocurrencias de Mitsuhashi, la química entre ambos protagonistas, las desgracias de Imai y la notable calidad de la ilustración. En términos generales, sin embargo, el presente anime sigue las convenciones del género y puede que la rutina de peleas entre maleantes aburra a los menos adeptos a un subgénero de limitaciones evidentes. Además, el manga probablemente tiene una conclusión de la que el anime carece, dando lugar a que algunas personas puedan sentirse más inclinadas a leer el original. En cualquier caso, Kyou kara Ore wa!! es una obra que lidera entre sus pares y, por lo tanto, merece figurar en las principales listas de OVAs.

Calificación: 7

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