Reseña: Saint Seiya - Tenkai Hen Overture


La elección de los mortales
 
Sinopsis
 
Después de la victoria de los Caballeros de Atenea contra Hades, Seiya queda incapacitado en una silla de ruedas sin posibilidad de recuperación. En esta situación, Saori decide cuidar al herido Seiya, pero este cuidado no dura mucho tiempo porque Artemisa, la Diosa Virgen de la Luna y hermana gemela de Apolo, le exige entregar el gobierno de la Tierra. Atenea acepta a cambio de que permitan vivir a Seiya y el resto de sus compañeros como seres humanos normales. Así, Artemisa y sus Caballeros del Cielo rápidamente toman el control de Santuario. Sin embargo, los dioses no perdonan a los súbditos de Atenea por lo que Saori solo puede derramar su sangre para retrasar el fin de la humanidad. Ahora Seiya y sus compañeros luchan contra las fuerzas de la diosa y Apolo para evitar el sacrificio, pero nunca se han encontrado con enemigos tan fuertes. ¿Podrán vencer a las deidades como hicieron con Poseidón, Hades y sus ejércitos?
 
Trama y Desarrollo
 
Saint Seiya: Tenkai Hen - Overture (2004) constituye una obra importante en la franquicia, ya que su estreno tuvo grandes consecuencias para su futuro. La mala acogida del filme en Japón provocó la cancelación del resto de películas de la Saga del Cielo, pero en este momento también se sumaron otros problemas como la separación del director de este filme y las OVAs de Hades, Shigeyasu Yamauchi, de los siguientes proyectos de Saint Seiya, el cambio de los actores de doblaje principales y la baja calidad de animación de las próximas partes de Hades. Sin duda, un desastre que sus responsables pudieron anticipar considerando el hecho de que la película se sitúa con posterioridad a la Saga de Hades, la cual estaba recibiendo una adaptación a partir del 9 de noviembre de 2002, pero que no terminó hasta agosto de 2008. Es decir, muchos fans iban a tener más de un problema a la hora de encajar la película en su esquema cronológico. Otro obstáculo fue la producción, cuya animación tuvo que ser terminada apenas un par de meses antes de su estreno, el 14 de febrero de 2004, por culpa de los retrasos en la fase de preproducción. Veamos, no obstante, si la obra en sí fue tan desastrosa como las decisiones detrás de ella.
 
En general, el prólogo de la saga del Cielo resulta muy confuso para la mayoría de fans de Saint Seiya, sin importar si les termina por gustar. La presentación probablemente sea el factor que lo explica, pero el tema está muy claro: la relación entre divinidades y seres humanos a partir de la confrontación entre Caballeros de Atenea y fuerzas divinas guiadas por Artemisa. En realidad, podemos reducirla a una pregunta: ¿la vida del hombre tiene valor por sí misma o solo encuentra sentido en tanto servidor de la voluntad divina? Esta pregunta se introdujo en múltiples ocasiones en la serie y sus largometrajes, pero en la práctica nunca se ha explorado al emplear de pretexto acusaciones ambiguas como “degradación moral” con la meta de que la deidad de turno justifique su actuación en contra de la humanidad. Aquí, por supuesto, no encontramos un estudio pormenorizado ―de hecho, deberíamos conocer el Panteón griego y explorar su desilusión frente a los defectos humanos―, pero nos iluminan en términos filosóficos respecto a porque la primera opción de la pregunta inicial es la correcta.

Para explicar el valor humano lo más apropiado es acudir a los personajes principales de la película: Seiya, Saori y Tōma. Sin menospreciar la contribución de los secundarios, vamos a centrarnos en los aludidos. El primero, por supuesto, es el protagonista. La tesis principal de Seiya consiste en destinar su vida a Atenea y su protección. Una tesis apoyada por su férrea convicción y creencia hacia la diosa, aunque no en base a su condición divina sino a lo que representa para él. Todo fan de Saint Seiya es consciente de que este es el motivo que mueve al protagonista y lo que permite elevar su cosmos infinitamente, pero dicha convicción tiene una nueva implicación en el contexto del filme: se trata del aspecto humano que otorga valor a nuestra existencia. Si algo explica porque los Caballeros de Atenea en el pasado derrotaron a Poseidón y Hades y en el presente vencieron a los súbditos de Artemisa es la creencia en alguien y en algo por los cuales luchar hasta el último suspiro de vida. Cumplir la creencia, sin embargo, es imposible sin la voluntad incombustible propia del ser humano. Aquella que permite a Seiya perseverar en su meta, manifestada en el aumento del cosmos, el continuo “me levantaré las veces que sea necesario” y, por supuesto, el enfrentamiento con las deidades, que obstaculizan este propósito al atentar contra la vida de Atenea.


Por desgracia, los dioses son ignorantes respecto a dicha realidad debido a su creencia en la superioridad divina. Lo mismo ocurre con Tōma, el Ángel más cercano y leal de Artemisa. No obstante, las acciones de Seiya y los demás Caballeros han suscitado incertidumbre, ya que en teoría no deberían ser capaces de las hazañas que protagonizan. Tōma se pregunta porque pueden hacer milagros ante seres superiores a ellos si sigue un camino opuesto al suyo para obtener una fuerza suprema: eliminar todo atisbo de humanidad. En concreto, sus sentimientos y recuerdos de Marin, su hermana menor. En la película, dichos sentimientos se representan simbólicamente por medio del colgante que lleva consigo y que más adelante olvida y desecha para derrotar a Seiya. Unos sentimientos que recuerdan inicialmente a los del protagonista, ya que deseaba hacerse más fuerte para proteger a su hermana. Paradójicamente, al abandonarlos, estaba alejándose del propósito original que le habría ayudado a sobrepasar a los dioses. Por desgracia, pese a la centralidad del personaje, el filme no ahonda lo suficiente en su pasado para comprender mejor este desvío en su camino y la lealtad a Artemisa.

Mientras que Seiya nos enseña cuál es la razón del valor humano y Tōma refuerza su posición a través de su lucha, Saori llega a una revelación. Desde tiempos inmemoriales, Atenea ha sido la diosa valedora de la humanidad. Su cosmos, repleto de un infinito amor, es prueba de ello. Ella podría perdonar al peor de los pecadores con la condición de redimirse, tal como ocurrió con Saga y Kanon de Géminis. Sin embargo, y pese a que es capaz de todo por el bien de sus protegidos, su postura en los conflictos le impulsa a buscar una solución pacífica, generalmente a través de su sacrificio (tortura o muerte). En las sagas de Poseidón y Hades ocurren un par de ejemplos, pero aquí mismo Saori derrama su sangre hasta la muerte con el fin de retrasar el fin de la humanidad. No obstante, con sus más fieles servidores, los Caballeros de Bronce, aún es más protectora. Así, intenta disuadirlos de luchar en la guerra en la Saga de Hades y en el largometraje, mientras lo cuidaba con cariño, solicita el perdón a Artemisa para evitar que sus Ángeles asesinen a Seiya. No obstante, la diferencia básica con la adaptación de Saint Seiya radica en cómo Atenea reconoce que, mediante su sacrificio, estaba imponiendo ―al igual que las restantes deidades― su voluntad como diosa. Por ello, Atenea acepta la decisión de Seiya, emanada del libre albedrío y la imperfección que define a los seres humanos, suprimiendo la maldición de Hades para luchar con Tōma y respaldándolo frente a Apolo. 

Atenea valora que los de su clase deberían existir con el propósito de apoyar a los seres humanos, pero... ¿qué hay de la postura divina? Artemisa y Apolo afirman que los hombres deben venerarlos y obedecerlos porque son seres perfectos. Las deidades justifican esta creencia basándose en sus cualidades superiores: eternidad y poder infinito, en contraposición a la fugacidad y la debilidad del hombre. Su superioridad, por tanto, implica que los seres humanos se encuentran en una categoría inferior y, como tales seres inferiores, no tienen derecho a cuestionar sus decisiones y, mucho menos, rebelarse en su contra. Incluso si deidades como Poseidón y Hades toman la decisión de aniquilar a todos los mortales. Solo un dios, por cuestión de jerarquía, podría cuestionar a un igual. Aquí, por cierto, es interesante como Artemisa se escandaliza de la mentalidad de Atenea, quien prefiere renunciar a su vida y autoridad sobre la Tierra a cambio de perdonar los pecados de los mortales. De hecho, ella preferiría conservar la vida de Atenea y devolverle su posición con tal de que los repudiara. En resumen, las divinidades de Saint Seiya son básicamente tiranos que solo encuentran valor en sí mismos, despreciando a cualquier otra forma de vida.


Un aspecto tan o más importante que el planteamiento temático de la película es la propuesta estética del director principal Shigeyasu Yamaguchi, apoyada fundamentalmente por la directora de arte Yukiko Iijima y el compositor Seiji Yokoyama. El resultado, muy semejante al que logró años después en Casshern Sins (2008-09), ofrece una imagen muy diferente del universo de Saint Seiya. Si bien la trama pronto se alejó de los entornos urbanos para dirigirse a lugares fantásticos propios de una realidad ficticia, el quinto filme optó por una ambientación y atmósfera irreal, que evocara el aura divina que acompaña a los dioses y sus guerreros. El primer as en la manga fue el diseño del escenario principal: el Santuario. La capital de la diosa experimenta una profunda transformación física ante el cambio de gobierno. El territorio montañoso sigue en su lugar, pero los 12 Templos y otras de las ubicaciones clave han desaparecido para dar paso a un paisaje de roca desnuda erosionado, cuyo estado pronostica el fin inminente de la humanidad. Sin embargo, y a pesar de que suelos y paredes tienen en común sus numerosas grietas y surcos, ningún lugar es igual que el otro porque los colores y las texturas difieren sustancialmente.

Este panorama agreste, sin embargo, está acompañado de un elemento natural cuya omnipresencia refleja el estado emocional de sus personajes, en especial su perseverancia y fatiga: el agua. El agua se halla en forma de charcos o aguas subterráneas, donde los personajes al pisar forman ondas en su superficie. Otra posibilidad es circulando las grietas del terreno, pero también cayendo sin prisas por las paredes hasta que podemos escucharla gotear. Hasta se da la instancia en que desaparece una vez cumple su rol erosionador en el terreno arenoso donde luchan por primera vez Seiya y Tōma. Tampoco permanece en estado líquido, con Hyoga congelándola en su batalla con Odiseo o presentándose como niebla en la casa de campo de Atenea. Además, el agua obtiene mayor importancia gracias a una selección de planos que parece reparar en hechos intrascendentales como las gotas de sangre, los adornos de Ikki, las cadenas de Andrómeda o la ondulación del cabello. Aquí el director capta obsesivamente a la fuente de vida, con decenas de planos detalle que recogen todas las variantes posibles.

Otro recurso clave es la luz, que muda de tonalidad e intensidad de acuerdo con el escenario y los actores involucrados. Un primer ejemplo es la llegada de los Ángeles y Artemisa para exigirle a Saori la cesión del gobierno de la Tierra. Cuando llegan sus partidarios la luz diurna colma la casa de campo con un amarillo anaranjado muy cálido y agradable. Por el contrario, la luz lunar que trae consigo el enorme cuerpo celeste que representa a Artemisa inunda el espacio con una luz azul y fría muy intensa, que evoca la belleza de la diosa. Un uso curioso de la luz, por cierto, es el ataque fallido de Teseo, que fue capaz de estructurar la luz en una fila de cuerpos hexagonales. Finalmente, el conjunto se completa musicalmente gracias a la labor de Seiji Yokoyama, cuyas composiciones continúan en la línea clásica de la serie pero abandonan el estilo más eléctrico y combativo, con ritmos tempestuoso, presente en temas musicales como “Pegasus Ryuseiken” o “Galaxian Wars”. Así, la partitura del nipón Yokoyoma comunica una mayor serenidad y divinidad a partir de temas musicales como la primera mitad de “Seiya vs Icarus” o “Forgive Me”. Una circunstancia que se percibe también gracias a la elección instrumental, con mayor cantidad de cuerdas (“Seiiki no Kutou”).
 
A las decisiones acertadas, sin embargo, le acompañaron varios inconvenientes que los fans señalaron en su momento. Por supuesto, no en el grado que afirmaron pero tienen suficiente entidad para un par de menciones. En particular, está el papel desempeñado por los miembros del grupo protagonista: Shun, Ikki, Shiryu y Hyoga. La presencia del cuarteto queda difuminada a pesar de su centralidad en la franquicia. Su participación se reduce exclusivamente a sus breves peleas —omitiendo gran parte del combate de Hyoga y Shiryu— con los Ángeles de Artemisa, que poco en común tienen con sus rivales y de sus bocas no sale mucho que contribuya a abordar la temática planteada más allá de compartir la misma creencia de Seiya. Más que una necesidad la decisión de traerlos de nuevo parece responder a una obligación. Para finalizar, se suman los interrogantes que no se pudieron contestar al cancelarse la tetralogía, resaltando el destino de los Caballeros de Oro (otra vez fuera de juego) y la decisión de los jueces divinos de borrar los recuerdos de Seiya. Por una parte, ¿los Caballeros de Oro no habían sacrificado sus cuerpos y almas para destruir el Muro de los Lamentos? ¿Cómo lograron regresar? Imagino que, como siempre, no se respetó la decisión de poner fin a sus vidas. Por otra parte, lo segundo perjudica un poco la construcción del mensaje, ya que Seiya, aunque con el mérito de herirlo, es derrotado por Apolo y le es impuesto un castigo del que no entendemos su propósito.

Calificación: 8

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4 Comentarios

  1. Hola, buenas tardes!

    Es curioso el dato que aportas sobre la cancelación de filmes posteriores, recuerdo que cuando vi la película me parecía inconclusa, ahora gracias a ti entiendo el porque. También concuerdo con la mayor explotación del medio audiovisual, ojalá se hubiese expandido a sagas posteriores. En fin, gracias por el artículo. Saludos!

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  2. Hola Jubei, saludos despues de mucho tiempo. Antes que nada te agradezco la entrada a esta revisión ya que soy super fan de Saint Seiya y también me gusta mucho esta película porque se expone de forma interesante el conflicto filosófico entre humanos y dioses.

    Respecto a los seres humanos en esta película esta el superhombre de Nietzche frente al ego divino de los dioses del olimpo, coincido con la comparativa sobre el punto del dios cristiano, pero debo precisar en cuanto a que la figura del dios castigador esta presente en el antiguo testamento ya que el del nuevo testamento es conciliador y misericordioso. Apolo desde su divinidad le parece inconcebible que el humano pretenda levantar el puño contra los dioses, el caso de Artemisa es diferente, ella con Touma mantiene un rol de hipocrecia sobre el castigo que merecen los humanos, por es misma razón se torna dubitativa luego de que hiere a Touma.

    Creo que esa dicotomía que presenta la película es buena, resulta fresca pese a que la narrativa pueda resultar densa o cargante puesto que Saint Seiya no se caracteriza por explorar este tipo de temáticas; pero siento que falla al querer transmitir ese mensaje en la figura de Seiya porque Seiya nunca tuvo una postura clara sobre el "superhombre", quiza Ikki era el mas indicado en encarnar ello por todo el pasado del personaje y del rol que jugó en contra de Atena.

    Por otro lado, yo conocía de las intenciones de la producción, de hacer de esto una tetralogía de películas y que esto solo era la introducción de la saga del cielo, creo que la idea de crear una película post Hades no era mala porque la película era dirigida para un publico japones que ya estaba familiarizado con la franquicia, con un manga concluido hace ya muchos años atras pendiente de animar; pero como nuevamente reitero, para mi el problema fue el planteamiento narrativo más que la historia; se exploró muy poco sobre Touma, de Artemisa y Apolo se me hizo muy unidimensional (el es el malo... porque si, porque es un dios y ya), luego esta el tema de Seiya y Saori que no estuvo mal pero creo que pudo haberse manejado mejor, y luego esta el asunto ese de la carne de cañon que recayeron en los demas bronceados y en los angeles de artemisa restantes.

    Aún asi, creo que esta pelicula es muy buena, tiene una aniimación y banda sonora excelente, si mal no recuerdo es el último trabajo de Shingo Araki (no estoy seguro de ello), y si que se le saca provecho a la estetica a pesar que las batallas no son tan fluidas como hubiese querido y son más de corte "casshern sins"- en la que dirigió también Yamauchi-, donde se ven planos abiertos, posiciones de camara en contrapicado y movimientos en camara lenta donde predomina más el rol de la banda sonora que crea el efecto de un batalla bestial, la pondría al nivel de la película de Abel y siento que la película fue incomprendida para su epoca, una lástima. saludos

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    1. Buenas tardes, te echaba de menos por aquí jaja. Las diferencias en el retrato de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento ya las conocía porque lo repiten mucho por ahí. Mi intención en ese punto era marcar diferencias y similitudes con la tragedia griega. La impiedad que muestran aquí encaja más con la visión de otras religiones.

      No estoy muy seguro de si la temática de la película está muy relacionada con la tesis de Nietzsche. No acabo de ver la relación. Yo solo interpreté la película desde su propio contenido sin pensar si encajaba en los postulados filosóficos de algún pensador.

      La película es muy buena, aunque tenga bastantes lagunas. Me parece mejor que cualquier otro filme de Saint Seiya aunque no esté tan lejos de la que mencionas. Estoy enamorado del apartado audiovisual. Las imágenes y la música conectan perfectamente con el planteamiento y me gustan el uso que hacen de los elementos acuáticos y lumínicos. Puramente celestial.

      Saludos

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