Reseña: Arashi no Yoru ni (En una noche de tormenta)


Una amistad entre enemigos naturales
 
Sinopsis
 
La relación entre lobos y corderos nunca ha sido igualitaria: unos son depredadores y otros son presas. Sin embargo, la amistad de Mei y Gabu correrá por otros derroteros. Su relación empieza, por casualidad, un día de tormenta en un granero. Como era de noche no llegaron a verse las caras, pensando que estaban en compañía de un igual con el que tenían mucho en común. Al día siguiente deciden almorzar juntos y para su sorpresa se dan cuenta de que el otro no era lo que parecía: Mei es una cabra y Gabu un lobo. A pesar de ello, insisten en continuar secretamente con su amistad. ¿Podrán mantenerla durante mucho tiempo?
 
Trama y Desarrollo
 
Algunos deben estar pensando que me gustan las películas infantiles protagonizadas por animales parlantes como Jungle Emperor Leo (1997), pero tampoco os creáis. En esta ocasión, estamos ante la adaptación animada de Arashi no Yoru ni (En una noche de tormenta, 1994). Se trata de un relato infantil creado por Yuichi Kimura e ilustrado por Hiroshi Abe. En su momento obtuvo muchos premios literarios y gozó de gran popularidad. No es de extrañar entonces que terminara recibiendo alguna adaptación a anime. La que nos interesa, sin embargo, es la primera: Arashi no Yoru ni (2005). Este filme fue dirigido por Gisaburou Sugii y creado por Group TAC. Ambos, director y estudio, se han definido por su interés en la literatura japonesa y universal. Ejemplo de ello son sus largometrajes como Ginga Tetsudou no Yoru (1985) o Genji Monogatari (1987). Veamos si la reseñada está a la altura de estos clásicos.
 
Arashi no Yoru ni es una fábula que versa sobre el fuerte vínculo de amistad que existe entre dos individuos pertenecientes a dos grupos totalmente distintos. Esta cuestión le sonará a mucha gente porque es un tema muy recurrente en ficción desde hace mucho tiempo. Habitualmente, películas y series infantiles tienden a poner sobre la mesa esta disyuntiva mediante la figura de un par de niños que pertenecen a clases sociales, ideologías, religiones o bandos diferentes. Algunos frecuentes son el nazi y el judío o el niño blanco y el chico negro. Aquí los protagonistas son jóvenes, pero de diferentes especies: una cabra y un lobo. Vamos, dos animales que son más que opuestos. Sin embargo, no solo hay diferencias sino también similitudes.
 
El primer contacto entre amigos ocurre en un granero durante una noche tormentosa. Las circunstancias de su encuentro son especiales porque ambos no pueden reconocer su identidad y apariencia: la oscuridad de la noche no les permite emplear la vista y el resfriado que pescaron con la lluvia restringe su olfato. Falta el oído también, pero lo que importa es que ambos empiezan a conversar y se sienten cómodos en presencia del otro. Hablan de sus vidas: dónde viven, qué comen y cómo se preocupaba su familia por ellos. Si bien partimos de un obvio malentendido, se dan cuenta de que concuerdan en varios aspectos, especialmente lo que respecta a su carácter miedoso y torpe. Confusión que la película amenaza con aclarar al jugar con el destello de los relámpagos que ilumina cada poco tiempo la estancia, pero se cumple finalmente cuando se reúnen por segunda vez. La sorpresa es mayúscula, pero continúan con su relación secreta que, por cierto, llega a ser muy tierna por la manifestación directa de su agrado mutuo y las acciones de Gabu para salvar a Mei.


Desde este segundo encuentro siguen cultivando su atípica amistad, pero la sinceridad de lobo se tambalea al igual que surgen las dudas en torno a su apetitoso amigo. Le cuenta que no le gusta la carne de cordero, pero ya en su primera salida el hambre activa su apetito ante la figura del cordero y duda de si debería dar un bocado a Mei cuando está dormido. Aunque la idea no regresará a su cabeza con la misma ansiedad, la situación nos deja claro algo: según el orden natural, los lobos se alimentan —entre otros— de la carne del cordero. Los lobos son animales carnívoros que depredan otros animales para sobrevivir y las cabras son animales herbívoros que comen fundamentalmente pasto. Es una realidad de la que difícilmente se puede escapar. Ambos grupos de cabras y lobos, y sus líderes, saben cómo deben vivir: las cabras evitando a sus depredadores y los lobos esforzándose en encontrarlos. No puedes esperar trabar amistad con tu propio enemigo, aquel que ve en ti su sustento para sobrevivir y un plato apetitoso con el que disfrutar. Por ello, al saber de esta amistad, los jefes de ambos grupos los rechazan y creen que deben ser castigados.
 
A pesar de todo, Mei y Gabu luchan por mantener esta amistad tras revelarse el secreto. Los dos reparan en que no quieren separarse ni traicionarse en favor de sus clanes, por lo que toman la arriesgada opción de huir juntos a un lugar donde puedan expresar su amistad sin trabas. El periplo posterior se podría decir que sirve para demostrar al espectador la fuerza de este vínculo, superando la distancia, la persecución, el frío, la nieve, entre otros. En particular, el director consigue darle mucha fuerza al momento en que ambos están acorralados y Mei se ofrece a sí mismo como alimento para que Gabu sobreviva ante el hambre y su delicada salud. Hasta se sugiere que su amistad fue una situación irrepetible porque si Gabu hubiera sabido quien era Mei en el granero lo hubiera devorado como cualquier otro de su clase. 
 
Sin duda, el relato está dominado por un idealismo que cree en la fortaleza inquebrantable de los vínculos y la posibilidad de la excepción, aún cuando haya pruebas difíciles y diferencias irreconciliables. Su travesía fue casi un suicidio en cuanto esperaban superar un reto imposible y ser recompensados con un Edén hacia el final del camino. De hecho aún queda más claro después de que Gabu pierde temporalmente la memoria porque el autor transmite el mensaje de que los lazos personales no caen en el olvido al estar impresos en el alma. Este idealismo, sin embargo, se torna un tanto simplista cuando ignora la integración de ambos en los grupos de los que forman parte. Con Gabu se entiende mejor por el trato recibido por los suyos, pero con Mei no hay malestar previo. Es más, su propia abuela a la que tanto quiere forma parte del rebaño al que abandona. Las circunstancias piden a gritos mayor reflexión por parte de Mei en relación a su marcha. De cualquier forma, la visión idealista de la película tampoco constituye nada nuevo, funcionando porque la relación entre Mei y Gabu convence al espectador.


Si la mayoría considera que la construcción de esta amistad es un mérito también podemos valorar de igual o mayor virtud la presentación visual de Arashi no Yoru ni. Si bien el filme no destaca precisamente por el valor expresivo o simbólico de sus recursos visuales, el título obtiene una calificación de sobresaliente por ser capaz de presentar maravillosamente su universo y personajes. Un hecho que resulta increíble al darte cuenta de que emplea las nuevas herramientas digitales inteligentemente, integrando la imagen digital con la tradicional sin originar una falta de correspondencia entre ambas. En consonancia con el slapstick también recurre a bruscos travellings y zooms. Uno contempla la minuciosidad de los paisajes, especialmente esas texturas tan naturales. Sin embargo, el mundo es verdaderamente impresionante por la cantidad de trabajo que hay en la diferenciación de cada zona: las colinas redondeadas, las escarpadas montañas, los bosques frondosos, etc. La individualización también se aplica al diseño de los animales, sin replicar el mismo para todos los miembros del mismo grupo. Aunque no los conocemos, sabemos que son individuos diferentes por las características que poseen.
 
En términos de dirección, la cinta sobresale por su competencia en algunas escenas clave. Un ejemplo es la escena de apertura que abre con una jauría de lobos atacando a un Mei infante y su valiente madre. La representación del grupo lobuno es temible por su pelaje erizado y ojos brillantes, pero también la escena resulta sombría al estar acompañada de un cielo nublado y oscuro. El conjunto se completa con la música extradiegética, que consiste en instrumentos de cuerda; y el montaje, que alterna entre joven huyendo y la madre enfrentándose con la jauría. En consecuencia, la escena dramática del sacrificio y el fallecimiento de la madre resulta más que notable. Igualmente, hay otras varias escenas que podríamos comentar como la reunión en el granero o la agonía de Mei.
 
En conclusión, Arashi no Yoru ni es una película infantil que no solo disfrutarán mayormente los niños sino  también los demás miembros de la familia. La edificación de la relación de Mei y Gabu y su presentación visual son los grandes pilares sobre los que se sustenta el relato. No obstante, a diferencia de otros filmes que también apuntan a un público infantil como Junkers Come Here (1994) u Omae Umasou da na (2010), lanza una propuesta menos arriesgada y novedosa. Su idealismo es sonrojante por momentos, aunque finalmente tenga la fuerza necesaria para convencernos de la hazaña realizada por Mei y Gabu. Si fábulas oscuras como Chirin no Suzu (1978) o The Old Crocodile (2005) son demasiado duras y necesitas algo más de optimismo este filme probablemente sea el indicado para ti.

Calificación: 7

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