Reseña: Basilisk


La tragedia de dos clanes ninja
 
Sinopsis
 
400 años ha sido el tiempo que llevan enfrentándose los clanes ninja Iga y Kouga, por razón del profundo odio que sienten unos por los otros. En este conflicto, sin embargo, hubo un breve periodo de paz fruto de los esfuerzos de Hattori Hanzou, que les obligó a poner un alto al fuego y firmar un tratado de paz después de tantas luchas sangrientas. Años más tarde, Gennosuke Kouga, heredero del clan Kouga, y Oboro Iga, heredera del clan Iga, se han enamorado. A través del matrimonio, ambos herederos pretenden llevar la paz a los clanes. Pero sus esperanzas se ven frustradas cuando las llamas de la rivalidad entre sus clanes se reavivan y se ven arrastrados a otra guerra.
 
En esta ocasión, el conflicto entre los nietos del retirado Ieyasu Tokugawa, el fundador y primer shogun del shogunato Tokugawa, es el responsable de llevarlos nuevamente al campo de batalla. Los contendientes al trono del gobernante han decidido que, para evitar luchas intestinas entre los candidatos, lo más apropiado es que resuelvan el problema mediante una lucha entre los clanes Iga y Kouga. Cada uno de los clanes se encargará de escoger a diez de sus mejores guerreros para representar a ambos bandos en una guerra sin cuartel. Los grupos ninja reciben dos pergaminos con los nombres de los luchadores, que se marcarán con sangre cuando mueran. Una vez tachados los nombres, el bando ganador obtendrá el favor del shogunato Tokugawa durante mil años. Para la mayor parte de los miembros de ambos bandos es la oportunidad que estaban buscando, pero Gennosuke y Oboro se encuentran ante el mayor dilema de sus vidas.
 
Trama y Desarrollo
 
Hace no mucho tiempo, tras echar un vistazo a las recomendaciones de MyAnimeList, recordé que una de las obras que la mayor parte del público relaciona con Ninja Scroll (1993), mi película favorita de todos los tiempos, es Basilisk (2005). Sin duda, existen multitud de similitudes entre ambas animaciones al igual que las había con Ninja Resurrection (1997-1998) por diversas cuestiones argumentales y temáticas. La realidad es que ninguna de ellas está relacionada directamente con el resto, a excepción de un elemento: el novelista Fuutarou Yamada. El escritor fue el responsable de crear numerosas novelas de ninjas, las cuales fueron adaptadas a diversos medios como manga, anime, televisión y cine. Mientras el famoso director de Ninja Scroll solo tomó inspiración de sus trabajos, las obras posteriores se basan directamente en mangas que adaptaban novelas del autor con el mismo nombre. 
 
En el caso que nos ocupa, el prestigioso estudio de animación Gonzo adaptó a anime el manga de Masaki Segawa: Basilisk: The Kouga Ninja Scrolls (2003-2004). Al igual que la obra original, Basilisk es una serie de acción y romance que relata un enfrentamiento mortal e interfamiliar en el que está en juego la paz entre los clanes Iga y Kouga y el amor entre los líderes de ambos grupos. Mientras que la mayor parte de los entusiastas presta atención a la primera parte de la cuestión, es decir, las hostilidades enemigas y lo que deriva de ellas en increíbles batallas sobrehumanas; pocos reparan en la importancia de la relación de amor entre Oboro y Gennosuke como en el énfasis antibelicista que se hace de su actitud contraria al conflicto. Aquí haré referencia a ambas cuestiones porque constituyen los pilares de la narración.


Como punto de partida, el primer episodio sintetiza su planteamiento argumental, temático y visual. Aquí habría que resaltar, en primer instancia, la introducción porque nos habla de la enemistad centenaria entre Iga y Kouga. Una enemistad representada mediante la lucha del águila y la serpiente, que termina con la muerte de ambos al atravesarse con sus garras y sus dientes respectivamente. Una profunda aversión que, según el narrador, romperá vínculos incluso entre aquellos que se quieren. Un presagio de lo más aciago para las dos parejas de amantes —y sus sinceros sentimientos— que veremos a continuación. Ambas desean o desearon la unión, entre dos clanes que se han odiado mutuamente desde hace siglos, por medio del matrimonio y un tratado de paz —que Hattori Hanzo impondría en la era Tenshō—. Tristemente las ilusiones no se cumplieron con la primera pareja.
 
La primera fue Danjo y Ogen, los actuales líderes de ambos clanes. En el pasado, mantenían una relación amorosa en secreto, aunque aspiraban a hacerla pública mediante su matrimonio que terminó por no llegar debido al inesperado ataque de Oda Nobunaga sobre los Iga y del que supuestamente tomaron ventaja los Koga. En consecuencia, Ogen se sintió engañada y su amor fue totalmente corrompido por la desconfianza y la rabia. Tras varias décadas, nos encontramos con la segunda pareja: Gennosuke y Oboro. A diferencia de los anteriores, su relación y deseos de casarse son de conocimiento oficial para ambos grupos, ya que el tratado de Hattori Hanzo legitima la relación. Sin embargo, el plan de Ieyasu Tokugawa que los enfrenta una vez más amenaza con contaminar y hacer fracasar el nuevo intento de unión. ¿Acabarán igual de mal que la pareja anterior tal como parece indicar la predicción?
 
Para cualquiera que haya visto el primer episodio, con la revelación del ataque por sorpresa de Nobunaga y la muerte de los antiguos amantes, su respuesta a la pregunta probablemente sea positiva. La demostración entre Yashamura y Kazamachi parece confirmar que la rivalidad sigue vigente en sus días. A pesar de que se trata de una simple exhibición, están dispuestos a matarse el uno al otro. Lo mismo puede decirse de los ancianos Danjo y Ogen que no ponen impedimentos para romper el tratado y, a la primera de cambio, se asesinan mutuamente a traición. Esta opinión tampoco es discordante entre la mayoría de ambos clanes, ya que están aquellos más ancianos que sufrieron en primera persona los hechos de la era Tenshō y los más jóvenes que han heredado este odio intergeneracional. Algunos pocos apoyan el matrimonio de los próximos sucesores porque los estiman profundamente, pero casi nadie está a favor de esta convivencia.
 
La excepción, por supuesto, son Gennosuke y Oboro, que perseveran en su idea de dejar la diferencias a un lado. No obstante, la tragedia resulta inevitable por el contexto en que se mueven, al igual que le ocurrió a sus predecesores. Para el momento en que ambos son conscientes de que la guerra volvió a estallar, los cadáveres de ambos grupos —especialmente, los de los Kouga al desconocer la resolución del shogun— ya se amontonaron. Pese a lo inevitable de la situación, la joven se ciega a sí misma para evitar el combate y Gennosuke se dirige a la residencia de Hattori Hanzo para detener la masacre. Sin embargo, la semilla de la desconfianza fue plantada en el corazón de Gennosuke y perdura hasta que las intrigas de Tenzen son reveladas. Con todo, los actores que promovieron la guerra —como Ofuku— obligarán a que se resuelva el conflicto, sin que puedan sobrevivir ambos. Ante esta conclusión, no obstante, Romeo y Julieta escogen un final shakespiriano en el que, si bien ambos se suicidan, su sacrificio les sirve para dejar de alimentar el odio entre ellos y obtener la misma recompensa para todos.


Mientras que esta expresión de amor y autosacrificio es una excelente manera de concluir, mentiría si dijera que nos encontramos ante la mejor de las tragedias. La realidad es que las cuestiones comentadas carecen de una gran profundidad o desarrollo porque simplemente hay una reiteración de las mismas ideas acerca de la convivencia, la actitud contraria al conflicto o la terquedad ante la adversidad. Tampoco me lamento por las víctimas —a excepción de los amantes— porque nunca lograron vincularnos a ellas desde una óptica dramática. De partida, varios resultan inhumanos por su apariencia y poder estrambóticos, especialmente los que son más ancianos. Otros, en cambio, no experimentan tales dificultades, pero apenas se hace un bosquejo aceptable sobre ellos mismos. Sus conflictos o relaciones personales con otros del mismo clan son abordados superficialmente. Véase el caso de Kagerou y Hotarubi, que les une el amor pero no se detalla en las razones de su enamoramiento o no dedican tiempo al noviazgo. De este problema zafan mejor Tenzen, por su posición como maquinador en las sombras; Koushiro, el guardián consagrado a la protección de Oboro; y Hyouma, el maestro de Gennosuke que le enseñó la verdad detrás de las cosas.
 
Aunque la mayor parte de los personajes son más planos de lo que deberían ser —para una serie de 24 episodios— poseen a su favor ciertas cualidades. Una de ellas son los diseños originales de Masaki Segawa, que están a la altura de los que hizo Yoshiaki Kawajiri para Ninja Scroll. La mención compete al tema, ya que ambos tienen diseños muy característicos que expresan, en muchas ocasiones, el carácter o los poderes de los personajes. Una segunda cualidad está relacionada con los poderes y las artes ninja de las que son poseedores. Hay de un poco de todo: un maestro de hilos, una araña capaz de escupir telarañas y flemas, un viejo de extremidades extensibles, una masa redonda y flexible de carne, una babosa humana, un imitador de apariencia y voz perfectas, etc. Todos coinciden en la naturaleza sobrehumana de su fuerza, aunque también en lo desagradable y extraño que resulta esta. Incluso si son mujeres voluptuosas. Aunque la sexualización femenina y la cámara voyerista digan lo contrario, sus encantos son mortales. Si adicionara un defecto sería que algunos tienen habilidades que dependen, en gran medida, del factor sorpresa.
 
Sin embargo, ninguna técnica o poder especial nos sirve de mucho si la presentación visual en las batallas y la calidad de la animación no son lo suficientemente interesantes. El primer episodio, sin lugar a dudas, fue el mejor ejemplo de su capacidad gracias a esa exhibición ninja en que destacaron fluidez de movimiento, poses de calidad póster, uso de múltiples ángulos de cámara, agilidad en los cortes, entre otros. El artificio y el espectáculo visual eran de primer orden, pudiendo sacar ventaja de la naturaleza única de los ninja. La alegría no duró mucho porque la excelencia de este episodio no volvió a repetirse. Con todo, las batallas siguieron siendo un aspecto positivo, aunque no opten a ningún premio. Consiguieron mantenerse en un nivel razonable, donde confiaban más en la creatividad de las habilidades y las conclusiones. De ejemplo está la imitación de Saemon, que realiza a partir de una impresión del rostro que quiere copiar. En general, todos los poderes son geniales cuando son puestos en acción. También se esforzaron por realizar un espectáculo notable en lo animado, por encima del promedio del periodo. Si bien la brevedad y el defecto que voy a citar le impidieron figurar entre lo más alto como, por ejemplo, el Rock Lee vs Gaara (Naruto, 2002-2007).
 
Para rematar, hay que agregar un problema importante que en realidad afecta a la obra en general: el ritmo. No cabe duda de que la idea era estirar el material original hasta donde fuera posible. Igual que hace Toei, vamos. No obstante, y a diferencia de varios nekketsu en emisión por aquel entonces (One Piece, 1999; o Bleach, 2004-2012), el manga de Basilisk había concluido por lo que es difícil justificar esta táctica. Un movimiento que se traduce en que el anime se desplaza con menos marchas de las necesitadas. En el plano argumental, reiteran las mismas ideas —perdí la cuenta de las veces que dijeron “tratado de paz”—, reciclan numerosos flashbacks, reproducen información conocida por el espectador, hacen largas pausas y cambian continuamente de escenario para interrumpir la acción. En el ámbito visual, en cambio, son habituales los planos sostenidos en el tiempo, la cámara lenta y, en menor medida, los fundidos en negro. En conclusión, un ritmo que mata las pasiones humanas y que perjudicó severamente a la obra, incluyendo las batallas que describimos arriba.

Calificación: 6

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