Análisis: Macross

Encuentro entre civilizaciones 

Sinopsis

En el año 1999, una nave espacial gigantesca, de origen extraterrestre, cae a la Tierra. Debido a su avanzada tecnología y a sus capacidades para el combate, los distintos gobiernos del mundo toman la decisión de repararla para servir a los propósitos de la humanidad. En este contexto, tiene lugar la fundación del Gobierno Mundial de las Naciones Unidas, que se encargaría de prevalecer sobre los intereses propios de cada nación. No todos los países estuvieron dispuestos a renunciar a ellos, por lo que la guerra fue inevitable.

En el año 2009, la Guerra de Unificación termina al igual que la construcción del gran acorazado de batalla “Macross”. Para conmemorar este hecho tiene lugar la ceremonia del despegue de la nave.  Por desgracia, un sistema de defensa alienígena, implantado en la nave, se activa automáticamente provocando que el cañón principal de la Macross destruyera parte de una flota extraterrestre que se encontraba muy cerca de la órbita terrestre. En esta situación, la Macross se halla en una situación peligrosa que le obliga a recurrir a un Space Fold. La mala suerte, sin embargo, provoca que esta sea transportada hasta Plutón junto con 50.000 refugiados. Uno de los “afortunados” es Ichijou Hikaru, un piloto que había sido invitado a la ceremonia por el mayor Roy Focker. ¿Cuál será su destino y el de todos los demás?

Introducción: promesas y ambición

Macross (1982-1983) puede ser considerada una de las grandes leyendas de los años 80. No solo por su calidad argumental y técnica, en comparación con sus contemporáneos del género mecha, sino también porque constituyó un fenómeno de masas entre el público aficionado. Tal vez no con la misma fuerza que Mobile Suit Gundam (1979-1980), pero el furor causado fue algo complicado de replicar. Ni los otros pesos pesados de la época como Armored Trooper Votoms (1983-1984) y Patlabor: The Mobile Police (1988-1989) con su triunfo y aportaciones al género de los robots gigantes lograron lo obtenido por esta combinación de mechas, música y triángulos amorosos. De hecho, el enorme crecimiento de la franquicia en forma de numerosas series de OVAs y televisión, como Macross 7 (1994-1995) o Macross F (2008) constituye suficiente evidencia de este hito.

Para entender, sin embargo, cómo fue posible que Macross alcanzara tal hazaña, en vez de aquellos que eran sus competidores, es necesario explicar el origen del proyecto. Inspirado en Mobile Suit Gundam, la idea original partió de Shoji Kawamori, famoso por su implicación en la creación de un gran universo de ciencia ficción, quien pertenecía a Studio Nue. Ambos querían elaborar una ópera espacial de corte épico, pero diversos problemas de producción evitaron su pronta materialización hasta que Big West, en asociación con Tatsunoko —encargados de la distribución internacional—, decidió apoyar el proyecto. Pero para dar lugar a esta maravilla moderna también fueron necesarios el legendario animador Ichiro Itano, el característico diseñador de personajes Haruhiko Mikimoto —sus diseños femeninos principales eran fantásticos— y el reputado director Noboru Ishiguro. En otras palabras, se habían reunido conceptos ambiciosos y personal competente para dar forma a una obra magna de la animación.

Sin embargo, esta serie fue particular como pocas porque no estamos simplemente ante otra epopeya espacial que relata, de la misma forma, el conflicto entre humanidad e invasor extraterrestre. El enfrentamiento entre ambos bandos no se resolverá gracias a un mecha de una civilización perdida ni tampoco gracias a un prototipo de robot superior. La clave radica en la cultura terrícola, —expresada mediante la música pop, entre otras representaciones culturales— que supone tanto un medio para detener la amenaza como una cuestión temática a explorar. Acompañando a la guerra se suma un conflicto más melodramático, resultado de la relación romántica que implica a Hikaru Ichijou, Minmay Lynn y Misa Hayase, y que irá progresando al mismo tiempo que la contienda. Si bien lo hará en base a interrupciones, celos y otros obstáculos. A continuación, vamos a ir tratando cada una de estas cuestiones enlazadas entre sí.

Macross como ópera espacial: enemigo pasivo y batallas en el espacio

Si eres un habitual del género mecha sabrás que los conflictos narrados en estas series tienden a ser luchas desiguales. Por lo general, la causa radica en que el enemigo exterior posee una gran ventaja tecnológica respecto a los héroes. A esta situación favorable también se suma el hecho de que ellos disponen de mayores recursos materiales y humanos, aunque lo peor  es que sus adversarios suelen ser un puñado de adolescentes con escasa formación militar. Y aún con todas estas adversidades el grupo heroico se impone en prácticamente cada ocasión. De ejemplos están Aura Battler Dunbine (1983-1984) o Genesis Climber Mospeada (1983-1984). Exceptuando el último punto, Macross cumple estas condiciones. La superioridad enemiga es tan abrumadora que si emplearan todas sus tropas les bastaría un minuto para erradicar por completo cualquier rastro de vida.

Sin embargo, Macross construye una situación que justifica que la humanidad no sea aniquilada en sus primeros compases: la posición pasiva y observadora del antagonista. En un inicio, el plan de los Zentradi consiste en obtener la SDF-1 Macross porque es una fortaleza espacial perteneciente al Ejército de Supervisión, su principal adversario en el universo. Más adelante, la cuestión de la nave pasa a ser secundaria debido a que los Zentradi toman consciencia de las particularidades de los seres humanos. Al ser tan distintos a ellos llaman su atención y deciden averiguar más acerca de sus características y actividades por medio de acciones de espionaje, infiltración, secuestro, ... Una vez descubren que los micronianos pueden ser parte de la desconocida “protocultura”, se suceden una serie de discusiones —que detienen el ataque— sobre cómo actuar ante el problema. Quien diría que la prudencia y las dudas enemigas permitirían la supervivencia de la humanidad. 

Dejando de lado el factor principal, los protagonistas también hacen méritos para sobrevivir a los intentos periódicos de captura y destrucción. De partida, cuentan con dos armas para el combate: la SDF-1 Macross y los cazas variables (el modelo VF-1 Valkyrie). Estos diseños mecánicos, al igual que los pertenecientes a los Zentradi, fueron cortesía de Shoji Kawamori y Kazutaka Miyatake. Ichiro Itano, a propósito, se encargaría de la dirección de animación de estos elementos mecánicos tan asombrosos. 

Por un lado, la Macross se trata de la nave insignia de las Naciones Unidas que acoge a los 50.000 refugiados del accidente. Sin embargo, sus funciones van más allá de transporte y residencia, ya que tiene la capacidad de hacer viajes hiperespaciales y, sobre todo, transformarse en un robot gigante. En esta forma heterodoxa, pueden usar el cañón principal (su arma de energía más poderosa) y el escudo posicional, y más adelante omnidireccional (su mecanismo de defensa más eficaz). Por otra parte, el VF-1 Valkyrie es un caza aeroespacial capaz de transformarse en tres modos de combate: Fighter (avión de combate), Gerwalk (híbrido) y Batroid (robot humanoide). Según el entorno y las circunstancias, uno de ellos resultará más viable que el resto. De esta tecnología armamentística irán sacando provecho, aprendiendo a usarla a medida que se suceden los choques e integrándola en las tácticas y estrategias del puente de mando —con más de un imprevisto en sus planes—.

Con todo, la supervivencia de esta tripulación no se debió únicamente a la posición cautelosa de los Zentradi y las virtudes de los héroes. El apoyo de los responsables de la obra también fue crucial, aunque hay que mencionar que no llama más la atención que el acometido por sus contemporáneos. Una de las conveniencias se refiere a la excesiva cautela y errores del enemigo, quien disponía del poder suficiente para capturar a la Macross en poco tiempo. Tal vez el peor error fue no destituir al indisciplinado Quamzin Kravshera, quien desobedece las órdenes hasta cuatro veces. Otra cuestión evidente es el elevado plot armor de la nave y la ausencia notoria de bajas en las filas humanas. Si bien el primero podemos excusarlo por el cuidado enemigo —que tampoco llega a ser tan insultante como en Space Battleship Yamato (1974-1975)—, el siguiente resulta imposible porque las cifras de pilotos y máquinas destruidas deberían ser altísimas tras un año de hostigamiento. Pero quizás lo más increíble es el hecho de que 50.000 personas recrearon un entorno urbano en su interior y que apenas hay problemas para satisfacer todas sus necesidades. ¿Con qué recursos lograron montar una ciudad repleta de comercios, edificios institucionales, parques y demás? A saber.

Méritos igual o más notables son los que exhiben los animadores durante las batallas en el cosmos. Al igual que la saga del Torneo de las Artes Oscuras de Yu Yu Hakusho (1992-1995), la pasión y el talento se reunieron en Macross. Profesionales sobresalientes como Ichiro Itano, Hideaki Anno o Toshihiro Hirano fabricaron numerosas escenas de acción, destrucción o transformación robótica en las que destacaban diversos efectos, perspectivas, rotaciones, explosiones y un largo etcétera. Aún el medio era joven, por lo que había que desenvolverlo. De esta experimentación emergió la técnica que conocemos como Itano Circus, una técnica de animación cuya presencia resalta en el combate aéreo. Por lo general, consiste en que un robot gigante o nave espacial lanza un enjambre de misiles guiados, con estelas de humo en espiral y trayectorias erráticas, que el rival esquiva repetidamente. Todo un espectáculo, vaya.

Como resultado, la animación de Macross brilla intensamente en multitud de momentos, aunque la prioridad es la pura acción. Un ejemplo es el primer choque entre Max y Millia, con los dos genios haciendo gala de sus respectivas habilidades mientras cambian de escenarios. En particular, el tramo que ocurre en la ciudad construida por los refugiados sólo puede ser calificado de soberbio, con un Ichiro Itano en su mejor momento. A pesar de este elevado nivel, la animación no fue impecable ni mucho menos. De hecho, la inconsistencia fue más o menos habitual debido al precario trabajo de estudios como Star Pro y Studio Io. La quietud presente fuera del campo de batalla no fue el único inconveniente sino también la cuestionable calidad de la ilustración. Pero la peor caída a recordar ocurrió en el capítulo 11, donde literalmente faltaban fotogramas intermedios en algunos momentos. Por fortuna, este desastre no se volvió a repetir.

Macross como obra antibélica: expresión musical y coexistencia

Cuando reflexionamos sobre el porqué de la grandeza de Macross, en ocasiones, nos olvidamos de la cuestión central que plantea la obra: el encuentro cultural. Algunos lo llaman choque cultural, pero el significado de esta expresión implica una experiencia que no se corresponde adecuadamente con lo que ocurre en el anime. Por lo menos, el modelo de cuatro fases que describe Kalervo Oberg no se ajusta exactamente a lo observado: un contacto entre dos culturas distintas en el que la reacción bascula entre lo positivo y lo negativo. Más allá de ser un tema singular, poco sugerido tanto antes como después de la irrupción de Macross, esta cuestión es tratada ampliamente por medio de un proceso minucioso y progresivo que experimentan los Zentradi al entrar en contacto con la cultura humana.

Antes de continuar, no obstante, es necesario hablar sobre esta raza alienígena para comprender el motivo de su fuerte impresión. Los Zentradi son una civilización de gigantes cuyo único propósito vital es practicar el arte de la guerra. En consecuencia, los recursos disponibles han sido destinados al avance de la tecnología armamentística, la construcción de innumerables máquinas de guerra y la modificación genética —para el crecimiento y fortaleza de los cuerpos—. Esta sociedad militarizada —en la que no existe el concepto de “civil”— también ha dividido a hombres y mujeres en razón de su sexo, eliminando las relaciones entre ellos. Ni siquiera para la procreación que resulta innecesaria gracias a la clonación. En definitiva, ellos carecen de una cultura propiamente dicha y desarrollada, en la que exista una diversidad de expresiones y manifestaciones culturales más allá del combate.

En estas circunstancias, la reunión con la especie humana supuso un gran impacto en la mentalidad extraterrestre. En un principio, las batallas en el espacio no revelan demasiado sobre ellos, pero una vez realizan otro tipo de acciones como espionaje, secuestro e infiltración descubren cuán diferentes son de sus enemigos. En particular, quedan perplejos al contemplar la existencia de relaciones entre hombres y mujeres, con muestras de amor, sensualidad o amistad; y formas de entretenimiento, que incluyen la música pop, el cine, la televisión, etc. Dicho desconcierto puede observarse cuando son testigos del concurso de belleza televisado. Los modelitos que lleva cada aspirante son confundidos con uniformes militares mientras que la apariencia de las mismas les provoca una reacción cardíaca similar a la excitación que muchos hombres heterosexuales sienten.

Sin embargo, la relación alienígena con la cultura humana va más allá de sus reacciones e hipótesis porque algunos de sus miembros —siguiendo órdenes e incitados por la curiosidad— experimentan de primera mano estas novedades cuando se introducen en la ciudad. Aquí tres de ellos llevan a la práctica e imitan aquello que ven: asistir a conciertos, comprar productos de Minmay, probar ropa, comer en restaurantes o salir con chicas a la discoteca. Desde el punto de vista del espectador, esto resulta curioso a la par que divertido porque ellos se esfuerzan por adaptarse al lugar y comprender el modo de ser y de pensar humanos —cometiendo por el camino varias equivocaciones—. Este proceso de adhesión cultural es fascinante. Les cambia totalmente para siempre. Cuando regresan al cuartel comparten sus experiencias con sus compañeros que, pronto, coinciden en habitar esa pacífica ciudad de ensueño en la que pueden escuchar las canciones de su idol. Cabe señalar que, a pesar de la progresividad, se echa en falta un mayor cuestionamiento de esta realidad ajena a su formación y organización militar en vez de su recepción tan favorable a la cultura humana.

A esta reacción positiva, que involucrará numerosas y sucesivas deserciones, sin embargo, también le acompañará —aunque con menos candidatos de los que debería— un enorme rechazo por parte del alto mando. La razón es que ellos creen que los seres humanos son lo que llaman “protocultura”, es decir, una civilización intergaláctica anterior a ellos que se caracterizaba por la posesión de una cultura propia. Según los escritos antiguos conservados, la interacción con la “protocultura” implica perder el espíritu de lucha y, por tanto, aquello que define a los Zentradi. El miedo al contacto y la concepción de la protocultura como una enfermedad infecciosa hacen que el comandante supremo, Bodolza’a, tome la decisión de eliminar a la humanidad y a la flota de Britai. Otros miembros como el belicoso Quamzin Kravshera también son un ejemplo, aunque no tanto por conservación y miedo sino porque guerrear es su razón para existir.

A pesar de estas reticencias, este encuentro entre culturas llegaría a su fin en la batalla final en la que se enfrentan la gran flota de Bodolza’a y la humanidad aliada con los Zentradi de Britai. Como si se tratara de la última fase de este proceso, la clave de la victoria radica en la difusión de la cultura al enemigo a través del elemento más representativo que poseen: las canciones de Minmay. Algunos creen que su música tenía algún poder sobrenatural, pero la realidad es que la música es un arte que tiene la capacidad de conmover y emocionar. Si hay una diferencia frente a otros artes y estilos musicales minoritarios es que la música de Minmay podía alcanzar a las masas —incluidos los Zentradi porque son iguales a nosotros—. También se habla de que la música causa la pérdida del espíritu de lucha, pero tampoco se trata de algo inexplicable. La idea central es que las buenas intenciones y el deseo de paz presentes en la música hacen desistir a los Zentradi de sus aspiraciones bélicas. Es decir, la cultura también se emplea en última instancia para ofrecer un mensaje antibélico. MSG fue más duro con su mensaje, pero a Macross le pegaba hacerlo de forma más romántica.

Que hablando de romance hay que recordar que el matrimonio de Maximilian Jenius y Milia Fallyna constituye un ejemplo de “Haz el amor, no la guerra”. Ellos demuestran que la convivencia pacífica —en este caso gracias al amor— entre ambos grupos es posible. Al principio, no obstante, Milia no tenía tal idea en la cabeza porque era una guerrera Meltraedi de primera clase que se enorgullecía de su invencibilidad en el campo de batalla. Pero su orgullo fue aplastado tras ser derrotada por el mejor piloto de la Macross. Tras el incidente, la competitiva y orgullosa Milia decide vengarse por la humillación sufrida hasta que es vencida una vez más en unas recreativas por el apuesto, confiado y educado Max. Sin embargo, él cae prendido de su belleza y destreza, sin importarle más adelante conocer que la mujer que le gusta sea de origen alienígena. Pensándolo bien, ¿por qué iba a ser un obstáculo cuando comparten tanto en común?

Macross como melodrama: alegrías y desdichas de un triángulo amoroso

Anteriormente, mencioné que las relaciones humanas entre ambos sexos impresionaron fuertemente al enemigo. No es para menos porque una cuestión primordial de Macross es el triángulo amoroso que integra a sus personajes principales: Hikaru Ichijo, Minmay Lynn y Misa Hayase. Una relación romántica que podría ser calificada como una de las más destacadas en el anime del siglo pretérito a pesar de que no renuncia a los malentendidos y los obstáculos con el fin de prolongar lo inevitable —en particular, por el último cuarto del recorrido—. Sin embargo, dichos problemas no constituyen ni de lejos el núcleo de esta relación, así como tampoco evitaron un más que interesante desarrollo de cada uno de los tres personajes a lo largo de la guerra. 

El conflicto, por cierto, es crucial para sus vidas en el sentido de que su evolución está marcada por el mismo. Esta presencia engendra cambios que los apartan o acercan unos de otros. Hablando de acercar, la existencia de la ciudad permite que los personajes puedan desconectar de sus deberes y relacionarse fuera del trabajo con amigos, compañeros y parejas. Un hecho especialmente relevante para Hikaru y Minmay, ya que el trabajo de ambos les mantiene separados. Aunque tampoco es un requisito para, por ejemplo, Hayase quien se relaciona básicamente con Hikaru, Global, Claudia y el resto de sus compañeras en el trabajo.

Como punto de partida tomemos a Hikaru, que es el protagonista de la obra y quien mantiene una relación especial con ambas mujeres. Él es un piloto del ejército de las Naciones Unidas que antes de pasar a formar parte de la tripulación de la Macross era un piloto de carreras muy talentoso cuya pasión era volar. Por sugerencia de Minmay y por la dificultad de continuar con su sueño en esta situación, decide convertirse en soldado. Este cambio en el chico inseguro y de buen corazón que es Hikaru implica pasar por diversas experiencias que depara la guerra como el rechazo inicial a matar vidas ajenas, el terror hacia los Zentradi, el ascenso en el escalafón militar, la asignación de sus subordinados —de los cuales responsabilizarse— o la muerte de sus compañeros. En particular, hay que resaltar el fallecimiento de su senpai: Roy Focker. El superior de Hikaru se define por ser un borracho y un mujeriego, pero también por ser su mayor apoyo. Roy siempre está ahí para aconsejarlo, animarlo o prestarle su ayuda, sin necesidad de comentarle nada. Por desgracia, nuestro as muere dejándole en herencia su nave de combate, que mantendrá sin ser derribada.

A continuación, proseguimos con la idol más relevante de la franquicia. Minmay Lynn se caracteriza por ser una chica con múltiples virtudes: amabilidad, belleza, encanto, optimismo, etc. A su encanto también contribuyen sus diversos modelitos así como sus lindas expresiones. Sin embargo, Minmay en un principio no era una idol sino que trabajaba en el restaurante de sus tíos. Todo cambiaría tras su victoria en el concurso de belleza, ya que se vuelve rápidamente una estrella con canciones como “Mi novio es piloto” o “Shao Pai Long”. Esta carrera artística le proporciona una gran felicidad porque desde muy pequeña le gustaba cantar, pero a medida que pasa el tiempo —y a pesar de su abundante energía— se siente cansada e insatisfecha con su trabajo. Este curso inesperado, aunque sugerido en multitud de ocasiones, se concretará tras el salto de tiempo. Con todo, la idol recupera las ganas al recordar que no solo canta para sí misma sino para los demás. Vamos, como cuando era el apoyo moral y emocional de la tripulación.

Sin embargo, ¿qué podemos decir de su relación con Hikaru? Mientras el piloto aún no se llevaba bien con Hayase, ambos jóvenes ya habían establecido una relación cercana que empieza con la vez en que Hikaru salva a Minmay del ataque Zentradi. Después de aquello, terminan perdidos en la Macross durante cerca de dos semanas. Este tiempo les sirvió para fortalecer su amistad, con ambos colaborando en su supervivencia mientras esperaban por un milagro. Pero más relevante aún es que Hikaru desarrolló un fuerte sentimiento romántico hacia Minmay, pero no correspondido como ella deja en claro: “Hikaru es un amigo”. Aunque intenta aprovechar el tiempo de descanso del frente para quedar con ella, la carrera artística de Minmay reduce cada vez más sus encuentros hasta el punto en que se ven esporádicamente. 

Por si este inconveniente no fuera suficiente para dificultar la continuación y el progreso de la relación, la aparición de Kaifun Lynn sepulta las esperanzas del piloto. La razón es que aunque él esté para proteger y ayudar profesionalmente a su prima Minmay, Hikaru le percibe como un rival al que no puede vencer porque es el único que puede estar todo el tiempo con ella. Su inclusión también contribuye al alejamiento de la pareja debido a su animadversión contra los militares. Nada de esto, sin embargo, evita revelarnos que Minmay alberga inconscientemente sentimientos por Hikaru. De hecho, observamos su insistencia en conservar su amistad con Hikaru a pesar de su apretada agenda. Hasta hay momentos de abatimiento y confusión en la muchacha cuando Hikaru rechaza ir al hospital o percibe a Kaifun como Hikaru cuando le salva de una caída mortal. Es una lástima que sus circunstancias profesionales y la relación creciente con Hayase terminaran por apartarle de su lado a pesar de esos sentimientos.

Finalmente, como última integrante de este triángulo amoroso está Misa Hayase. La principal oficial de vuelo de la Macross se define como una mujer diligente, formal y responsable que al comienzo estaba muy enfocada en su trabajo, priorizando sus obligaciones laborales en detrimento de su vida personal. En contraste con la abierta y femenina idol, Hayase es una mujer que le cuesta interactuar y relacionarse con los demás, en especial los hombres. No cabe duda que el hecho de proceder de una familia compuesta por militares y su intención de ser la mejor de su promoción explican bien su carácter y actitud. Por fortuna, su relación con Hikaru y la experiencia en la nave le convierten en una mujer más sociable y sensible, con especial preocupación por alcanzar una convivencia pacífica.

En cuanto a su relación con Hikaru, hablamos inicialmente de un vínculo conflictivo por culpa de los roces y las discusiones. A menudo, Hikaru incumplía sus órdenes o le respondía de forma grosera —se refería a ella llamándola “vieja”—. Más allá de que debieron encarcelar a Hikaru por ir contra un superior, esta dinámica se mantiene —aunque reflexionando sobre las vidas de aquellos soldados a los que obliga a ir a luchar— hasta el secuestro en el que trata de salvar su vida y ambos colaboran para salir del atolladero. A partir de aquí la relación se torna más amistosa, aunque sigue sin sentir nada especial por él porque en su corazón está su primer amor: Riber. Él era un joven del que estaba enamorada, pero murió trágicamente en Marte. La casualidad hace que Kaifun Lynn sea idéntico a su primer amor, aunque ello no implique acercarse mucho a él porque odia a los militares. 

Más allá del hecho de que Kaifun es una caricatura de pacifista constantemente desacreditado por la propia serie por su insistencia en introducir sus reivindicaciones (en especial contra el gobierno de la UN) en cualquier conversación, su nula comprensión del conflicto entre Zentradi y la humanidad y la ineficacia de su activismo político, la opinión contraria a la guerra que emite sirve para que Hayase tome conciencia de la necesidad del acuerdo de paz y el regreso de los refugiados a la Tierra. Un hecho que, por cierto, termina por enfrentarle con su padre, un burócrata importante que no está nada convencido de su visión aunque le preocupe la vida de su hija. Con todo, Kaifun a la larga deja de ser importante para ella porque ni él es Riber ni está destinado a estar con ella. En cierto modo, la imposibilidad de estar con su primer amor recuerda a la situación de Hikaru, a quien toma cada vez más en cuenta y hasta desarrolla sentimientos románticos que tras mucha espera son correspondidos.

Calificación: 8