La ciencia ficción en la animación soviética

1. Introducción: Literatura y cine

La época dorada de la ciencia ficción en Rusia se corresponde también con el nacimiento y desarrollo de la Unión Soviética. En su primera década de existencia, el nacimiento de la ciencia ficción soviética fue impulsado por la revolución científica, la industrialización, la educación masiva y otros cambios sociales dramáticos que siguieron a la Revolución Rusa. Los primeros autores que contribuyeron a esta categoría de literatura, como Grigory Adamov o Alexey N. Tolstoym estuvieron influenciados por autores clásicos occidentales del género como Julio Verne, Arthur Conan Doyle y especialmente H. G. Wells.

La siguiente era, la de Stalin, desde mediados de la década de 1930 hasta principios de la de 1950, supuso un período de estancamiento debido a que la censura obligó a los escritores a adaptarse al realismo socialista, una corriente artística cuya pretensión era expandir la conciencia de clase por medio de la exaltación de la vida y el trabajo de la clase trabajadora, agrícola e industrial. Para la ciencia ficción del período, la cual denominamos como «de mirada cercana», el interés era el futuro próximo: un mañana en el que se anticipaban los logros industriales, las invenciones y los viajes por el sistema solar conseguidos por la URSS. Entre sus figuras más destacadas encontramos a Alexander Kazantsev o Georgy Martynov.

Sputnik 1, primer satélite artificial en órbita

Posteriormente, el deshielo de Jrushchov (1956-1964) y la influencia del programa espacial soviético relajarían la censura y permitirían que la literatura explorara nuevos horizontes al plasmar nuevas utopías y distopías, así como también ir más a fondo con la ciencia ficción social. Una de las novedades más relevantes, sin embargo, fue la irrupción de una prolífica literatura infantil, que esperaba educar a los niños a través del entretenimiento. Aquí destaca la serie de novelas Aliza Selezneva (1965), que más adelante recibirá unas cuantas adaptaciones audiovisuales como la bien recibida miniserie Invitado desde el futuro (1984). Lo mismo sucederá con otras muchas obras de su autor, Kir Bulychev, publicadas en los años 70 y 80.

En el ámbito cinematográfico, desde mediados de 1920 la ciencia ficción se abre paso sin hacer mucho ruido y con menor variedad que sus compañeros literarios. Uno de los primeros éxitos es Aelita (1924), que nos habla sobre la reina marciana Aelita solicitando la ayuda del planeta Tierra para derrocar a su despótico progenitor. Al igual que esta famosa cinta, la mayoría de filmes posteriores (Viaje cósmico, 1936; Camino a las estrellas, 1957; o El cielo nos llama, 1959) exhiben un planteamiento donde, junto a la competencia con los Estados Unidos y el enaltecimiento de los valores comunistas, la exploración del cosmos próximo tiene un papel clave. Muchos de los protagonistas ocupan puestos profesionales que se corresponden con la temática de los filmes: científicos, ingenieros y astronautas.


La década de 1960 multiplicaría el número de apuestas gracias a la prosperidad de la URSS y los numerosos éxitos del programa espacial. El espacio exterior con viajes a la Luna, Venus o Marte continúa muy presente en las salas soviéticas, pero hay novedades argumentales con la introducción de monstruos, amenazas y peligros espaciales (El planeta de las tormentas, 1962; y La galaxia te aplaude, 1963). Muchas de ellas fueron realizadas por los directores Mikhail Karzhukov y Pavel Klushantsev. El contacto con los seres extraterrestres, sin embargo, evoluciona hacia la esfera psicológica con intentos de comunicación fracasados (La misteriosa pared, 1967; y Solaris, 1968). En otras lindes los soviéticos también arriesgaron con otras temáticas como la experimentación humana: El hombre anfibio (1962).

El panorama mejoró sustancialmente en las décadas posteriores, en especial desde mediados de los 80 porque la selección de títulos llegó a casi cincuenta en apenas un lustro. Los directores que más repitieron o alcanzaron mayor impacto fueron Andrei Tarkovsky (Solaris, 1972; y Stalker, 1979), Konstantin Lopushansky (Cartas de un hombre muerto, 1986; y el Visitante del museo, 1989) y Richard Viktorov (Moscú-Casiopea, 1974; y Adolescentes en el universo, 1975). Una vez más reiteramos aquellos títulos de viajes interplanetarios, pero ahora dirigiéndonos fuera del Sistema Solar tal como nos muestran las obras de Richard Viktorov. Una opción más curiosa, no obstante, son las sátiras surrealistas como Corazón de Perro (1988) o Ciudad Cero (1988), que anticipando la evidente caída de la Unión Soviética no enmascaran su crítica al dogmatismo del socialismo y la decadencia del Estado soviético. El cambio de registro del drama al humor también tuvo otras expresiones en Ivan Vasilievich cambia de profesión (1973) y Kin-Dza-Dza (1986). Finalmente, llaman la atención todos esos futuros postapocalípticos fruto de guerras nucleares y otros eventos catastróficos, visibles en la filmografía espiritual de Lopushansky. Sin duda, el fin de la Unión Soviética y su acercamiento a Occidente permitió a los cineastas mayores libertades creativas, aunque el plazo para disfrutar de esta oportunidad fuera muy breve.

2. Animación soviética: Vladimir Tarasov

En el campo de la animación, dominado desde muy temprano por los cuentos de hadas, hallamos una muestra bastante limitada en la que caben los filmes Revolución Interplanetaria (1924), Viaje a la Luna (1953), Ott en el espacio (1961), La casa de baños (1962), El proletario volador (1962) y La máquina del tiempo (1967). Aquí nos encontramos mayormente obras de carácter político, sea con intenciones propagandísticas, al creer en las expectativas de un futuro brillante para el socialismo; o sea con propósitos satíricos, señalando los obstáculos que frenan el desarrollo tecnológico. Sin embargo, el cine infantil tiene sus representantes en Viaje a la Luna y Ott en el espacio. En particular, el primero optó por retratar el viaje espacial de forma más realista, contándonos la historia del pionero soviético Kolya Homyakov, quien participa en un vuelo interplanetario con la misión de recuperar un cohete accidentado en la superficie lunar.

Tras estos ejemplos más o menos aislados, las décadas de los 70 y 80 suponen un punto de inflexión donde la ciencia ficción obtiene su propia parcela de representación. Un hecho que también se explica por la diversidad de estudios en la Unión Soviética, naciendo la mayoría tras la relajación que llegó con la muerte de Stalin, pero ganando ahora mayor entidad en las diferentes repúblicas soviéticas (Estonia, Ucrania, Kazajistán, etc.). En la primera mitad de los años 70, si bien aún no se introducen grandes títulos, el género acoge en su seno a varios cortometrajes. La fascinación por el cosmos, lo que hay más allá de nuestro planeta, sigue en obras como El planeta azul (1971), Faetón: El hijo del Sol (1972) e Historias del cosmos (1973). Las dos primeras serán del beneplácito de los jóvenes, pero el corto dirigido por Lev Atamanov resulta indicado para los infantes. Las posibilidades de un futuro repleto de alta tecnología, centrado en la Tierra, están presentes en los segmentos de Anatoliy Petrov de la serie Merry-Go-Round (1971-1973). En la misma localización nos encontramos con los cortos de Tallinnfilm, en stop motion, sobre un átomo viviente creado por un gran científico: Aatomik (1970) y Aatomik ja jõmmid (1970).

Vladimir Tarasov, maestro de la ciencia ficción

La segunda mitad de los 70 recibe la llegada de su principal exponente: Vladimir Tarasov. Anteriormente, él se había desempeñado como animador y director artístico, pero en esta década asume funciones de dirección. El trabajo de Tarasov está formado básicamente por 5 cortometrajes: Un espejo del tiempo (1976), Contacto (1978), Regreso (1980), Contrato (1985) y El pasaje (1988). En realidad, los cortometrajes ¡Marcha hacia adelante, tiempo! (1977) y Rango de disparo (1979) también podrían encajar en el género, aunque la sátira y la propaganda socialista es el verdadero centro de la narración. En particular, el primer filme solo presenta una parte sci-fi al especular sobre el futuro de la URSS. Para su realización el autor opta por la técnica tradicional de dibujos animados y el cut-out, aunque en algunas ocasiones ha utilizado imágenes o segmentos live-action. Y como es costumbre en la animación soviética, Tarasov destaca por un trabajo audiovisual que quita el hipo. Un estilo en el que emplea colores llamativos, melodías felices y alegres, cambios en la perspectiva, contrastes en el movimiento, primeros planos agresivos, estética psicodélica, entre otros rasgos distintivos.

En el plano argumental y temático, el animador soviético "plantea la posibilidad del viaje en el tiempo y explora el concepto de tiempo a través de diferentes ejemplos de creencias en la historia" (PicSandPortraits, 2020) en su primer cortometraje. No obstante, su temática predilecta es de índole espacial, con seres humanos lidiando con situaciones conflictivas en el espacio o planetas lejanos y estableciendo amistades con seres alienígenas. En cualquier caso, sus obras son más apropiadas para un público adulto. Y entre aquellos con mayor apreciación seguro agradecerán Regreso (1980), obra que muestra algunas semejanzas con el cine de Andrei Tarkovsky al ser testigos de los intentos infructuosos de despertar a un astronauta dormido cuyos pensamientos y conciencia son mostrados en imágenes oníricas.

De este pequeño grupo llamaría la atención sobre Contacto (1978), una obra de ciencia ficción que presenta el encuentro entre un hombre y un ser extraterrestre. No obstante, el «contacto» resulta amistoso en vez del alienígena convirtiéndose en una amenaza para la vida terrícola. Un buen contraste para cualquier consumidor occidental de invasiones alienígenas de los años 50, pero también para nuestro protagonista quien en un inicio huye despavorido al malentender las acciones del visitante. Una reacción que habla de la dificultad para poder comunicar nuestras intenciones a los demás cuando no podemos usar el mismo idioma. El extraterrestre intenta decirle que quiere ser su amigo por medio de mímesis y cambios de forma, pero este, debido a sus prejuicios, lo malinterpreta como un intento de atraparlo y convertirlo en su mascota. Finalmente el extraterrestre consigue su objetivo al apelar a la sensibilidad artística del artista mediante la música, haciendo triunfar la comunicación no verbal como forma de comprensión universal. 

Otra cuestión que también podemos extraer del relato es la relación que tenemos los seres humanos con las demás criaturas. Un ejemplo sublime está en los insectos con los que interactúa, que los trata cuidadosamente pero en sus ojos aparecen reflejados pensamientos e ideas de encierro o coleccionismo. Un pensamiento nada descabellado porque así tratamos a los que consideramos inferiores a nosotros. Por esa razón, el protagonista cree que será sometido al mismo capricho cuando el recién llegado adopta, por error, una imagen aterradora. Afortunadamente, ambos se entendieron y forjan una relación entre iguales.


En la primera mitad de los 80, el prestigioso animador Roman Kachanov (El mitón, 1967; y Cheburashka, 1971) puso fin a su carrera con las adaptaciones de dos obras de Kir Bulychev, quien hizo de guionista para ambas. Hablamos de El secreto del tercer planeta (1981) y Dos billetes a la India (1985). Mientras que la segunda pasa inadvertida a día de hoy, la primera constituye una obra de culto de la animación soviética por su esfuerzo en la caracterización de personajes y la construcción imaginativa del universo que exploran Alicia y su padre en su búsqueda de animales exóticos para el zoológico de Moscú. Otra adaptación del mismo autor fue El pasaje (1988), que como hemos comentado pertenece a Vladimir Tarasov. Su lucha por regresar al planeta Tierra destaca por un fuerte juego de luces y sombras que dota al título de una gran identidad visual.

El planteamiento de la exploración planetaria no pasó de moda, aunque nos llevará a mundos aún más extraños como los representados en Desde los diarios de Ijon Tichy: Un viaje a Interopia (1985), Lección (1987) y Aquí hay tigres (1989). El primero, un fracasado proyecto de serie de cortos nos muestra cómo los habitantes de Interopia organizan su modo de vida ante la lluvia de meteoritos que los azota: reemplazo de cuerpos. Si el primer corto banaliza la muerte del individuo, con el protagonista siendo asesinado y sustituido por otro "igual" ante la indiferencia de las gentes que lo ven como algo común, el siguiente la impide al combinar los organismos de aquellos que intentan poner fin a la vida de otros, sean plantas o animales. Una cualidad de este planeta que lo hace parecer vivo aunque el último cortometraje directamente nos presenta un mundo viviente que reacciona al comportamiento de sus visitantes humanos.


Otros cortometrajes resultan más difíciles de clasificar, aunque un nexo entre muchos de ellos sería la presencia o fabricación de armas y máquinas futuristas como tanques (Polygon, 1977), juguetes bélicos (Batalla, 1986), autómatas (Maravillas de la tecnología, 1986) o recreativas (Golpe directo, 1987). Esta relación entre el hombre y la tecnología suele retratarse en términos negativos, con la máquina de turno perjudicando de alguna forma al ser humano. Otras propuestas curiosas menos categorizables son There Will Come Soft Rains (1984), que nos muestra el día a día de una máquina hogareña cuyos dueños han muerto a causa del invierno nuclear; Invitado (1990), retrato de un paisaje extraterrestre y sus moradores inquietantes que acaba con un giro gracioso; y Había una vez... (1990), interpretación en clave de ciencia ficción de un cuento de hadas con príncipes y dragones.

3. Conclusión

Sin duda alguna, el catálogo de ciencia ficción que exhibe la Unión Soviética en el ámbito de la animación no es de lo que destacan por los números ni la duración con apenas 45 títulos de los cuales el 90% son cortos de apenas diez o veinte minutos. No obstante, y al igual que ocurre con sus cuentos de hadas repletos de fantasía, los animadores soviéticos nos dejaron un legado repleto de obras de calidad. Si bien Japón no tiene rivales en lo que corresponde a epopeyas espaciales, con guerras entre civilizaciones alienígenas (Macross, 1982-1983) y bloques políticos antagónicos (Mobile Suit Gundam, 1979-1980), no presenta muy a menudo cualidades presentes en la animación soviética: presentación visual excéntrica, creación de mundos imaginativos, desinterés por la acción en favor de la exploración, fuerte interés en las relaciones entre seres humanos y alienígenas, experimentación visual avanzada (color, puntos de vista, sonido, etc.). En realidad, habría que puntualizar algunas cuestiones, ya que los nipones tienen obras de ciencia ficción como Macross: Do you remember love? (1984) y Patlabor: La película (1989) que tienen muy poco que envidiar en términos audiovisuales a los soviéticos. 

En mi opinión, la clave se halla en la diferencia de intereses. Por ejemplo, el cine de imagen real estadounidense del siglo XX se enfocó principalmente en el entretenimiento, con un fuerte énfasis en la acción y en los efectos especiales. Las tendencias del género abarcaron desde las invasiones alienígenas y los monstruos creados por los efectos de la energía nuclear en los años 50 hasta las distopías futuristas de la década de 1970 y las óperas espaciales lideradas por la trilogía de Star Wars (1977-1983). Sin embargo, aquí se podría criticar la escasez de diversidad en el cine de animación soviético, obsesionado con el espacio y los visitantes extraterrestres en la Tierra en detrimento de otros temas igual de enriquecedores. Así, rara vez hemos sido testigos de algún futuro postapocalíptico a lo Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981) o del ataque de un monstruo espacial como en Alien, el octavo pasajero (1979). El enfoque menos desafiante de la vida alienígena recuerda un poco a los largometrajes de E.T. el extraterrestre (1982) o Starman (1984), aunque en ellos existe un fuerte componente sentimental. De cualquier forma, la Unión Soviética realizó una importante contribución al cine de animación y me gustaría dejar una selección de diez títulos recomendados de esta lista

-Polygon (1977)
-Contacto (1978)
-El regreso (1980)
-El secreto del tercer planeta (1981)
-La reunión (1984)
-Contrato (1985)
-Lección (1987)
-El pasaje (1988)
-Había una vez... (1990)

Fuentes consultadas

-Animatsiya (Plataforma de visionado). Disponible en:
https://animatsiya.net/genre.php?genreid=18
-RBTH. Disponible en:
https://es.rbth.com/longreads/la_guerra_de_las_galaxias_en_la_URSS/
-Wikipedia. Disponible en:
https://en.wikipedia.org/wiki/Kir_Bulychev
https://en.wikipedia.org/wiki/Russian_science_fiction_and_fantasy
-Xataka. Disponible en:
https://magnet.xataka.com/idolos-de-hoy-y-siempre/los-posters-sovieticos-de-star-wars-son-la-cosa-mas-abstractamente-bella-que-hemos-visto
-Youtube (Plataforma de visionado). Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=KF2TvghCmXM

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2 Comentarios

  1. Saludos Jubei

    El artículo es sumamente interesante, me has dado un buen puñado de títulos y autores que deberé ver en algún momento, además de ser notable todo el esfuerzo en haber reunido tanta información y ejemplos en una entendible línea del tiempo.

    Un placer leerte.

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    1. Me alegro que te gustara porque la verdad era un artículo que quería escribir después de ver tantas obras "socialistas" de aquella época. Hasta me di a la tarea de buscar todos los posibles títulos que, por desgracia, no están todos disponibles con subtítulos al inglés.

      Saludos

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