1. Introducción: Literatura y cine
La época dorada de la ciencia ficción se corresponde también con el nacimiento y desarrollo de la Unión Soviética. En su primera década de existencia, el nacimiento de la ciencia ficción soviética fue impulsado por la revolución científica, la industrialización, la educación masiva y otros cambios sociales dramáticos que siguieron a la Revolución Rusa. Los primeros autores que contribuyeron a esta categoría de literatura, como Grigory Adamov o Alexey N. Tolstoym estuvieron influenciados por autores clásicos occidentales del género como Julio Verne, Arthur Conan Doyle y especialmente H. G. Wells. Esta literatura de la década de 1920 exhibía un cariz socialista, situándose al lado de la clase trabajadora y satirizando aspectos clave del capitalismo. Véase, por ejemplo, Aelita (1923), de Alexey N. Tolstoy; y El vendedor de aire (1929), de Alexander Belyaev.
La siguiente era, la de Stalin, desde mediados de la década de 1930 hasta principios de la de 1950, supuso un período de estancamiento debido a que la censura obligó a los escritores a adaptarse al realismo socialista, una corriente artística cuya pretensión era expandir la conciencia de clase por medio de la exaltación de la vida y el trabajo de la clase trabajadora, agrícola e industrial. Para la ciencia ficción del período, la cual denominamos como «de mirada cercana», el interés era el futuro próximo: un mañana en el que se anticipaban los logros industriales, las invenciones y los viajes por el sistema solar conseguidos por la URSS. Entre sus figuras más destacadas encontramos a Alexander Kazantsev o Georgy Martynov.
Sputnik 1, primer satélite artificial en órbita |
Posteriormente, el deshielo de Jrushchov (1956-1964) y la influencia del programa espacial soviético relajarían la censura y permitirían que la literatura explorara nuevos horizontes al plasmar nuevas utopías y distopías, así como también ir más a fondo con la ciencia ficción social. Una de las novedades más relevantes, sin embargo, fue la irrupción de una prolífica literatura infantil, que esperaba educar a los niños a través del entretenimiento. Aquí destaca la serie de novelas Aliza Selezneva (1965), que más adelante recibirá unas cuantas adaptaciones audiovisuales como la bien recibida miniserie Invitado desde el futuro (1984). Lo mismo sucederá con otras muchas obras de su autor, Kir Bulychev, publicadas en los años 70 y 80.
En el ámbito cinematográfico, desde mediados de 1920 la ciencia ficción se abre paso sin hacer mucho ruido y con menor variedad que sus compañeros literarios. Uno de los primeros éxitos es la adaptación literaria Aelita (1924), que nos habla sobre la reina marciana Aelita solicitando la ayuda del planeta Tierra para derrocar a su despótico progenitor. Al igual que esta cinta, la mayoría de los filmes posteriores (Viaje cósmico, 1936; Camino a las estrellas, 1957; o El cielo nos llama, 1959) exhiben un planteamiento donde, junto a la competencia con los Estados Unidos y el enaltecimiento de los valores comunistas, la exploración del cosmos próximo tiene un rol clave. Los protagonistas tienden a ocupar puestos profesionales que se ajustan a la temática fílmica: astronautas, científicos e ingenieros. Esta imagen más realista del viaje espacial y sus implicaciones alcanza mayores cotas en los citados Viaje cósmico y Camino a las estrellas.
La década de 1960 multiplicaría el número de apuestas gracias a la prosperidad de la URSS y los numerosos éxitos del programa espacial. El espacio exterior con viajes a la Luna, Venus o Marte continúa muy presente en las salas soviéticas, pero hay novedades argumentales con la introducción de monstruos, amenazas y peligros espaciales (El planeta de las tormentas, 1962; y La galaxia te aplaude, 1963). Muchas de ellas fueron realizadas por los directores Mikhail Karzhukov y Pavel Klushantsev. El contacto con los seres extraterrestres, sin embargo, evoluciona hacia la esfera psicológica con intentos de comunicación fracasados (La misteriosa pared, 1967; y Solaris, 1968). En otras lindes los soviéticos también arriesgaron con otras temáticas como la experimentación humana: El hombre anfibio (1962).
El panorama mejoró sustancialmente en las décadas posteriores, en especial desde mediados de los 80 porque la selección de títulos llegó a casi cincuenta en apenas un lustro. Los directores que más repitieron o alcanzaron mayor impacto fueron Andrei Tarkovsky (Solaris, 1972; y Stalker, 1979), Konstantin Lopushansky (Cartas de un hombre muerto, 1986; y el Visitante del museo, 1989) y Richard Viktorov (Moscú-Casiopea, 1974; y Adolescentes en el universo, 1975). Una vez más reiteramos aquellos títulos de viajes interplanetarios, pero ahora dirigiéndonos fuera del Sistema Solar tal como nos muestran las obras de Richard Viktorov. Una opción más curiosa, no obstante, son las sátiras surrealistas como Corazón de Perro (1988) o Ciudad Cero (1988), que anticipando la evidente caída de la Unión Soviética no enmascaran su crítica al dogmatismo del socialismo y la decadencia del Estado soviético. El cambio de registro del drama al humor también tuvo otras expresiones en Ivan Vasilievich cambia de profesión (1973) y Kin-Dza-Dza (1986). Finalmente, llaman la atención todos esos futuros postapocalípticos fruto de guerras nucleares y otros eventos catastróficos, visibles en la filmografía espiritual de Lopushansky. Sin duda, el fin de la Unión Soviética y su acercamiento a Occidente permitió a los cineastas mayores libertades creativas, aunque el plazo para disfrutar de esta oportunidad fuera muy breve.
2. El principal referente de la ciencia ficción animada: Vladimir Tarasov
En el campo de la animación, el género se definió por su nula presencia hasta la segunda mitad del siglo. Este ámbito estuvo dominado por los cuentos de hadas y los relatos folclóricos dirigidos a un público infantil, donde el origen fantástico de los hechos extraordinarios era la norma. La década de 1960 es el punto de inflexión en la sci-fi, obteniendo su propia parcela de representación gracias al aumento sustancial en el número de títulos y adquiriendo progresivamente mayor importancia como género en los 70 y 80. Soyuzmultfilm, el principal estudio de animación de la URSS, no acaparó toda la producción. Las repúblicas soviéticas como Estonia, Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán o Kazajistán abrieron las puertas de sus propios estudios o aceleraron su producción a partir de entidades como Belarusfilm, Ekran, Kazakhfilm, Kievnauchfilm, Tallinnfilm y demás. Los cambios revolucionarios en la animación tradicional y el aperturismo de Khrushchev causaron que la sci-fi se definiera por la diversidad de técnicas de animación (dibujos animados, títeres, cut-out) y estilos artísticos (realismo socialista, vanguardismo, etc.). El formato también compartió su predilección por el cortometraje, siendo contados los casos de películas que se extendían más allá de los 40 minutos de duración.
La ciencia ficción animada dirigió esencialmente su mirada al espacio, destacando las space opera como Viaje a la Luna (1953), Ott en el espacio (1961), Tres bananas (1971), Planeta azul (1971), Faetón: El hijo del Sol (1972) o Historias del cosmos (1973). Las diferencias van desde el target hasta la técnica de animación, pero suelen coincidir en su interés por dibujar algún tipo de aventura espacial. Dicho retrato, por supuesto, navega entre lo más realista (Viaje a la Luna, 1953; y Faetón: El hijo del Sol, 1972) y lo más fantástico (Ott en el espacio, 1961; y Tres bananas, 1971). En concreto, la misión del pionero Holya Homyakov de recuperar un cohete accidentado en la Luna describe algunos aspectos acertadamente como la nula gravedad en el espacio y la morfología de la superficie lunar. En cambio, Ott en el espacio (1961) lleva a cabo un tour por el Sistema Solar donde los planetas son representados según los atributos de los dioses romanos correspondientes. Otras cuestiones fueron abordadas por la producción estonia de Tallinnfilm. Los autómatas, por ejemplo, cobran protagonismo en Jack y el robot (1965), El robot nos ayudará.. (1975) y El conejo (1976). Las primeras dos presentan infantes que intentan liberarse de sus deberes, pero el mal funcionamiento de los robots les obliga a rechazar su ociosidad. Para finalizar, Elbert Tuganov apuesta por el antibelicismo respecto a los peligros de las invenciones tecnológicas que pueden ser usadas como armas militares en los cortos Aatomik (1970) y Aatomik ja jõmmid (1970).
Vladimir Tarasov, maestro de la ciencia ficción |
La segunda mitad de los años 70 recibió con júbilo la llegada de su principal exponente: Vladimir Tarasov. Anteriormente, Tarasov se había desempeñado como animador y director artístico, pero en esta década asumió funciones de dirección. El trabajo de ciencia ficción de Tarasov está compuesto por ocho películas: Un espejo del tiempo (1976), Contacto (1978), Campo de tiro (1979), Regreso (1980), Contrato (1985) y El pasaje (1988). El cortometraje ¡Marcha hacia adelante, tiempo (1977) también se podría incluir en el género, pero realmente solo presenta un segmento psicodélico al final del corto que está al servicio del tema propagandístico. Aniversario (1983), por su parte, es una retrospectiva de fragmentos de algunas de las animaciones soviéticas más importantes. Aquí el aspecto de ciencia ficción se reduce a los primeros minutos, donde el espectador contempla el complejo futurista en el cual va a recalar la delegación de animadores soviéticos para mostrar sus películas de animación; y la interrupción de unos extraterrestres gasterópodos, que finalmente se quedan embelesados a mitad de proyección. Ninguno de estos cortometrajes da mucho para escribir en términos “científicos”.
En general, el estilo del animador de Soyuzmultfilm llama la atención incluso entre los mejores de su generación: Yuri Norstein, Garri Bardin, Andrey Khrzhanovsky y Anatoliy Petrov. Sus películas emplean la técnica tradicional de dibujos animados sobre celuloide, aunque con frecuencia la utiliza en conjunto con la técnica del cut-out. Desde una óptica audiovisual, Tarasov es alguien que logra capturar la atención del espectador gracias a diversos factores que incorporan una estética psicodélica, donde destacan sus colores vibrantes y llamativos; la animación de personajes, pasando de un movimiento lento (por lo general, recurre al ghosting) a uno más rápido que acompaña de un montaje endiablado; sus distintivos impact frames, que dibujan formas estrelladas; los cambios de perspectiva, jugando con ella una y otra vez; y su afinidad musical por el jazz y el rock, usando canciones estadounidenses como I Can't Give You Anything but Love, Baby (1928) o Air Mail Special (1957).
De este pequeño grupo llamaría la atención sobre Contacto (1978), una obra de ciencia ficción que presenta el encuentro entre un hombre y un ser extraterrestre. No obstante, el «contacto» resulta amistoso en vez del alienígena convirtiéndose en una amenaza para la vida terrícola. Un buen contraste para cualquier consumidor occidental de invasiones alienígenas de los años 50, pero también para nuestro protagonista quien en un inicio huye despavorido al malentender las acciones del visitante. Una reacción que habla de la dificultad para poder comunicar nuestras intenciones a los demás cuando no podemos usar el mismo idioma. El extraterrestre intenta decirle que quiere ser su amigo por medio de mímesis y cambios de forma, pero este, debido a sus prejuicios, lo malinterpreta como un intento de atraparlo y convertirlo en su mascota. Finalmente el extraterrestre consigue su objetivo al apelar a la sensibilidad artística del artista mediante la música, haciendo triunfar la comunicación no verbal como forma de comprensión universal.
Otra cuestión que también podemos extraer del relato es la relación que tenemos los seres humanos con las demás criaturas. Un ejemplo sublime está en los insectos con los que interactúa, que los trata cuidadosamente pero en sus ojos aparecen reflejados pensamientos e ideas de encierro o coleccionismo. Un pensamiento nada descabellado porque así tratamos a los que consideramos inferiores a nosotros. Por esa razón, el protagonista cree que será sometido al mismo capricho cuando el recién llegado adopta, por error, una imagen aterradora. Afortunadamente, ambos se entendieron y forjan una relación entre iguales.
3. La ciencia ficción en su última década de existencia: los efectos del Glásnost
A diferencia de otros países de la esfera socialista (excepto Rumanía), la producción de filmes sci-fi continuó aumentado a lo largo de la década de 1980 e inicios de 1990. Sin embargo, el crecimiento no fue desorbitado: si al terminar la década de 1970 las películas del género se habían multiplicado más de tres veces respecto al decenio pasado (de 9 a 32 títulos), para 1992, una vez se constituyó la Federación de Rusia, solo se había duplicado el número de obras hasta alcanzar los 71 títulos. Aquí Soyuzmultfilm continuó dominando la escena gracias a la figura de Vladimir Tarasov y el interés de Roman Kachanov por la ciencia ficción, pero surgieron competidores: Ekran, un estudio ruso que se interesó por el género entre finales de los 80 e inicios de los 90; y Dauka, un estudio lituano unido a la serie Fantadrome (1984-95). Por otra parte, el formato de las películas animadas era el propio de los cortometrajes, con una duración común igual o inferior a 10 minutos. Finalmente, los dibujos animados sobre celuloide se impusieron con claridad frente a las técnicas de stop motion con títeres y el cut-out, aunque hay ejemplos interesantes como algunos de los filmes de Tarasov. Además, ciertos animadores mezclaron los dibujos animados en celuloide con otros recursos como pintura (Campo de batalla, 1986) o imagen real (Y habrá eco, 1987).
En el ámbito infantil, los 80 fueron el período de mayor popularidad de Kir Bulychev: escritor y guionista en el ámbito de la ciencia ficción. De hecho, todas las obras citadas a continuación fueron guionizadas por él mismo. La colaboración que le dio mayor fama nacional e internacional tuvo lugar con Roman Kachanov, un exponente de la animación con títeres (El mitón, 1967; y Cheburashka, 1969-83) que en sus últimos años se pasó a los dibujos animados. Kachanov dirigió las adaptaciones El secreto del tercer planeta (1981) y Dos billetes a la India (1985). Si bien la segunda pasó inadvertida, la aventura de Alisa Selezneva en busca de animales exóticos para el zoológico de Moscú se convirtió en una de las obras más valoradas por la construcción imaginativa de su universo y la caracterización de los personajes. No obstante, Aleksandr Polushkin fue el director con el que más coincidió Bulychev en calidad de guionista en sus filmes de títeres: La hucha (1989), El árbol de manzanas (1989), Milagros en Guslyar (1989), Compañero de caviar (1990), Tirano libre (1990) y Fuente de sabiduría (1991).
En la esfera adulta, la oferta de ciencia ficción muestra la inclinación de la animación por satisfacer las necesidades de un público más maduro. Aquí las adaptaciones de obras de escritores y guionistas de renombre fueron la norma. En el área socialista, los soviéticos lograron captar la atención de Sever Gansovsky (Polygon, 1977), Arkady Strugatsky (Visitantes del espacio, 1981-83), Volodymyr Zayets (La reunión, 1984), Stanislaw Lem (Desde los diarios de Ijon Tichy: Un viaje a Interopia, 1985) y Yevgeniy Shatko (Una galaxia ignorada, 1989). A pesar de todos los nombres citados, la política de tolerancia del glásnost permitió que desde mediados de los 80 el panorama estuviera poblado por autores anglosajones: Ray Bradbury (Vendrán las lluvias suaves, 1984; y Aquí hay tigres, 1989), Robert Silverberg (Contrato, 1985), H.G. Wells (Cómo perder peso, 1986) y Stephen King (Campo de batalla, 1986).
Los grandes temas de esta ficción “científica” para adultos se podrían dividir básicamente en dos: el espacio, sobre todo en su vertiente del contacto alienígena, y el rechazo a la guerra, que busca evitar las armas militares destructivas y el desastre bélico. Por una parte, el espacio viene mediatizado por las formas de vida alienígena con las que interactúa el ser humano. Algunas aparecen en la forma de visitantes del espacio del exterior en la Tierra. Véanse los casos de Contacto (1978), Descendió sólo una vez (1978), La canasta de las Bermudas (1988) y Una galaxia ignorada (1989). Por lo general, se pone de manifiesto la dificultad de comunicación. El guardabosques Akimych (Una galaxia ignorada, 1989) es una buena muestra de ello, ya que ignora la importancia del encuentro que ha tenido. Otra posibilidad se acerca más al concepto de Solaris (1972): los planetas vivientes de Lección (1987) y Aquí hay tigres (1989) dan la impresión de que su esencia extraterrestre plantea retos demasiado complejos para la humanidad. Por otra parte, el recrudecimiento de la Guerra Fría parece que encendió las alarmas de la amenaza nuclear y, en consecuencia, el aumento del antibelicismo. Polygon (1977), presentado a través de la técnica única (photographica) de Anatoly Petrov, advierte de que el peligro de armas tan destructivas como el tanque automatizado es una amenaza real. ¿Y qué se necesita para emplearla? Un conflicto. Así se lo avisan los astronautas a los dos habitantes, de los grupos opuestos, que quedan en un planeta barrido por el desierto y destruido por la guerra. Por su lado, la perspectiva del invierno nuclear surge en Vendrán las lluvias suaves (1984). Aquí contemplamos la vida diaria de un robot que cuida en su refugio nuclear a una familia que ya no existe
Como remate a este epígrafe no podemos olvidar la importancia de Gennady Tischenko, guionista y director especializado en el campo de la ciencia ficción. La producción del azerbaiyano Tischenko, que empezó a partir de la perestroika, incluye Desde los diarios de Ijon Tichy: Un viaje a Interopia (1985), un fracasado proyecto de serie de cortometrajes que muestra cómo la concepción de la vida y la muerte difiere para los habitantes de Interopia ante el constante reemplazo de cuerpos; Y habrá eco (1987), un filme cuya historia sobre un desastre ecológico causado por un arma bioquímica dio lugar a su prohibición por la cercanía en el tiempo con el accidente de Chernóbil; Misión alienígena (1989), comedia donde el plan alienígena de mejorar el cerebro humano para eliminar la violencia y los defectos inherentes a la especie es imposible por el momento; Vampiros de Geon (1991-92), una historia en dos partes de carácter ecológico que rechaza la interferencia humana en aquellos hábitats con su propio equilibrio para no poner en peligro la fauna y la flora endémica; y AMBA (1994-95), otra historia en dos partes que junto a Vampiros de Geon era parte de la saga inacabada Star World.
4. Conclusión
Sin duda, el catálogo de ciencia ficción que exhibe la Unión Soviética en el ámbito de la animación estaba en el lugar más elevado del siglo XX, justo detrás de Estados Unidos, aunque a gran distancia de Japón. Uno de los rasgos más llamativos para el forastero es su reducido número de títulos: 71 en total. Esta producción tan exigua despunta aún más cuando somos conscientes de que la suma total del metraje no supera los 800 minutos. No es de extrañar, por tanto, que más del 95% de estas producciones sean cortometrajes cuya duración oscila sobre los 10 minutos, aunque también hay ejemplos suficientes de 20 y 30 minutos. Las únicas excepciones son dos largometrajes (La casa de baños, 1962; y El secreto del tercer planeta, 1981) y la serie de 13 episodios producida por Dauka (Fantadrome, 1984-95). Aquí, por supuesto, el principal ente benefactor es el estudio Soyuzmultfilm (29 títulos). Otros estudios también contribuyeron de forma significativa: Ekran (7 cortos), Kuybyshev Telefilm (6 cortos), Tallinnfilm (6 cortos) y Kyivnaukfilm (4 cortos).
La fuente principal de estas películas son primordialmente relatos cortos y poemas. La obra literaria de Kir Bulychev fue la más productiva, alcanzando la friolera cifra de diez adaptaciones animadas. Otros trabajos muy solicitados fueron los poemas de Vladimir Mayakovsky, los grandes escritores de la ciencia ficción del bloque socialista y diversos autores anglosajones como Ray Bradbury. Aquí los encargados de adaptar parte de estas obras o elaborar animaciones originales fueron, sobre todo, Vladimir Tarasov, Aleksandr Polushkin y Gennady Tischenko. En particular, Tischenko adaptaba su propio trabajo literario y/o escribió los guiones de las películas que dirigió. El tema fundamental es el espacio, empujado inicialmente por los hitos de la Unión Soviética en este campo. Aquí los viajes espaciales ocuparon en un primer momento el lugar principal, pero pronto el contacto extraterrestre se volvió más importante. La segunda cuestión es el rechazo a la guerra, producto de la Guerra Fría y su recrudecimiento posterior en los 80 con la amenaza de la devastación nuclear. En conclusión, la Unión Soviética realizó una contribución incalculable al cine de animación que se puede comprobar en esta selección de quince títulos que os dejo a continuación de esta lista:
-Faetón: El hijo del Sol (1972)
-Un espejo del tiempo (1976)
-Polygon (1977)
-Contacto (1978)
-Campo de tiro (1979)
-El regreso (1980)
-El secreto del tercer planeta (1981)
-La reunión (1984)
-There Will Come Soft Rains (1984)
-Contrato (1985)
-Desde los diarios de Ijon Tichy: Un viaje a Interopia (1985)
-Campo de batalla (1986)
-Lección (1987)
-El pasaje (1988)
-Había una vez... (1990)
Fuentes consultadas
-Animatsiya (Plataforma de visionado). Disponible en:
https://animatsiya.net/genre.php?genreid=18
-RBTH. Disponible en:
https://es.rbth.com/longreads/la_guerra_de_las_galaxias_en_la_URSS/
-Wikipedia. Disponible en:
https://en.wikipedia.org/wiki/Kir_Bulychev
https://en.wikipedia.org/wiki/Russian_science_fiction_and_fantasy
-Xataka. Disponible en:
https://magnet.xataka.com/idolos-de-hoy-y-siempre/los-posters-sovieticos-de-star-wars-son-la-cosa-mas-abstractamente-bella-que-hemos-visto
-Youtube (Plataforma de visionado). Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=KF2TvghCmXM
2 Comentarios
Saludos Jubei
ResponderEliminarEl artículo es sumamente interesante, me has dado un buen puñado de títulos y autores que deberé ver en algún momento, además de ser notable todo el esfuerzo en haber reunido tanta información y ejemplos en una entendible línea del tiempo.
Un placer leerte.
Me alegro que te gustara porque la verdad era un artículo que quería escribir después de ver tantas obras "socialistas" de aquella época. Hasta me di a la tarea de buscar todos los posibles títulos que, por desgracia, no están todos disponibles con subtítulos al inglés.
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