- Año: 1991
- Estudio: APPP
- Formato: Película
- Género: Ciencia ficción, Comedia, Drama
Con la salud no se juega
Sinopsis
En un futuro distante, Japón está sufriendo los efectos del envejecimiento. Para solventar este problema, el Ministerio de Bienestar y Salud pone en marcha un nuevo plan: el Proyecto Z. Este proyecto reciente consiste en un nuevo equipamiento médico capaz de suplir todas las necesidades de los ancianos. A primera vista, el invento parece sensacional, pero antes necesitan probarlo con alguien. De manera aleatoria, escogen un candidato que resulta ser un anciano llamado Kijuro Takazawa, quien estaba siendo cuidado por una atenta estudiante de enfermería llamada Haruko. Al ver la máquina, ella se preocupa e intenta hacer que regrese a su hogar. En medio de un tira y afloja con el gobierno, la máquina empieza a dar síntomas de que no funciona como debería hacerlo. ¿Están ocultando algo sus creadores? ¿Qué pasará con este señor mayor?
Trama y Desarrollo
Uno de los grandes nombres que resuenan en el manga y el anime es el de Katsuhiro Otomo, mangaka y animador conocido básicamente por su obra Akira (1982-90, 1988). Sin embargo, Otomo es más que un solo título de ficción. En la industria del anime, sus contribuciones son numerosas como director, creador original, guionista y/o diseñador de personajes o máquinas: Memories (1995), Spriggan (1998), Metropolis (2001), Steamboy (2004), etc. En concreto, su siguiente trabajo tras su obra magna fue Roujin Z (1991), un largometraje de casi 80 minutos producido por el fallecido APPP estrenado en cines el 14 de septiembre de 1991 y lanzado en vídeo (VHS y Laserdisc) en 1991. Aquí Otomo cedió la silla de director a Hiroyuki Kitakubo, un antiguo colaborador suyo en Robot Carnival (1987). Los créditos, por el contrario, le asignan los roles de creador original, guionista, diseñador mecánico y animador. Adicionalmente, se serializó de manera paralela un manga de similar argumento recopilado en un solo tomo: ZeD (1991). Las reacciones de la crítica fueron muy positivas y Roujin Z fue premiado con el Mainichi Film Award a la Mejor Película de Animación. Veamos si mereció tales alabanzas.
A pesar de que han trascurrido 34 años desde 1991, Roujin Z es una sátira social que parece totalmente de actualidad por la cuestión que aborda: el envejecimiento de la población. A día de hoy, los países desarrollados (y gran parte de los países “en vías de desarrollo”) enfrentan los retos derivados del aumento generalizado de la esperanza de vida. En particular, aquellos relacionados con la vejez: declive funcional (pérdida de movilidad, discapacidad), patologías y enfermedades (alzhéimer, párkinson, etc.), aislamiento social (soledad y pérdida del apoyo familiar), vulnerabilidad económica (ingresos limitados y gastos médicos no asumibles) y un largo etcétera. Todo ello deriva en un problema social respecto a la salud y el cuidado de los ancianos que, en el caso del filme, ha llegado a su punto más crítico ante el colapso de la Red de Emergencias Médicas, la escasez de voluntarios, el reducido presupuesto del Ministerio de Bienestar y Salud, el equipamiento médico desfasado y el límite en la capacidad de clínicas y asilos.
Este futuro alarmante dibujado por Takashi Terada en la reunión del Comité de Bienestar y de Salud da la impresión de ser inevitable, pero él dice haber encontrado la solución: el Proyecto Z. Así, nos presentan en una conferencia pública el Z-001, un ordenador de 6ª generación que funciona como un modernísimo equipamiento médico para el cuidado de la tercera edad. Sus funciones cubren aparentemente todas las necesidades básicas: alimentación, aseo, seguridad, ejercicio físico, diagnóstico médico y entretenimiento. En realidad, esta máquina va más allá gracias a su capacidad de automejora y aprendizaje autónomo, pudiendo por tanto adaptarse a las circunstancias que varían continuamente. Una verdadera maravilla, ¿verdad?
No obstante, todas las bondades del producto que nos vende el convincente Terada no pueden suplir cierta carencia que solo una persona puede ofrecer: el afecto humano. Las posibilidades que ofrece la tecnología en términos de comodidades no pueden reemplazar el factor humano, ya que somos seres sociales que necesitamos relacionarnos unos con los otros. Y los ancianos tienden a ser los más necesitados ante el empequeñecimiento de su círculo social y familiar. Roujin Z justifica su afirmación a partir de la figura de Kijuro Takazawa, un anciano viudo de 87 años que vive en compañía de su gato y es atendido por una estudiante de enfermería que se llama Haruko Mihashi.
A pesar del cómico retrato de su decrepitud, Takazawa es un anciano que quiere estar lo que le resta de vida en su propia casa, donde se encuentran las cenizas y el retrato de su fallecida esposa. Este hecho es relevante porque la interacción con la máquina revela que su deseo más profundo es ir a Kamakura, lugar en el que forjó los recuerdos más felices con su familia. Por el contrario, el Ministerio de Bienestar y Salud, en su obcecación por resolver el problema del cuidado de la tercera edad, convirtió a Takazawa en un sujeto de pruebas cuya dignidad como ser humano fue cuestionada. Desde el hecho de exponerlo frente a una multitud sin tener en cuenta su opinión hasta poner en peligro su vida al conectar por medio de cables sus órganos vitales y su sistema nervioso a un prototipo. No obstante, lo peor fue mantenerlo aislado en la habitación de un hospital, sin derecho a visitas. Esta falta de humanidad le sería reprochada, a modo de regaño, a Terada por la personalidad artificial del Z-001: “Cuidar sin amor, no puede llamarse cuidar”.
Una segunda cuestión a subrayar en Roujin Z es la crítica política respecto a la militarización de Japón. Tal y como se revela en el largometraje, la verdadera naturaleza del Z-001 es la de una máquina desarrollada para fines militares. Nishibashi Co., la empresa detrás del producto, lo disfrazó como equipamiento médico para experimentar libremente con este superordenador que utiliza biotecnología. Sin embargo, no es el único prototipo porque Nishibashi Co. ya ha fabricado la versión totalmente militar, la cual es utilizada para frenar al pilotado por el viejo Takazawa. Como apunte negativo, hay que señalar que esta idea descabellada de ocultar sus intenciones militares en un aparato médico está al límite de la suspensión de la incredulidad. ¿En serio pensaban que un aparato capaz de provocar tal desorden podía pasar desapercibido en caso de que se saliera de control? Tengo mis dudas. Por otra parte, Yoshihiko Hasegawa es un individuo representativo de los intereses de la empresa: su desprecio por la vida ajena hace que solo se preocupe de recoger datos sobre el experimento y tratar de detener el avance del Z-001.
Los altos cargos del gobierno (posiblemente del PLD), que llaman al superior de Terada para corregirle, son responsables del proyecto militar secreto. De hecho, manipulan la información en los medios de comunicación al dar una explicación alternativa del origen del incidente con el Z-001. En consecuencia, la nula ética de Hasegawa no es muy diferente de la que exhiben los gobernantes, que se mueven en base a intereses electoralistas y económicos. Aquí el guion de Otomo aprovecha la oportunidad para cuestionar la política exterior de Japón en su relación con Estados Unidos. No solo haciendo un guiño a Blade Runner (1982) cuando el trío hacker de la tercera edad halla pruebas de evasión fiscal en Tyrell Corporation sino sospechando que el origen de la biotecnología se encuentra en el Pentágono.
Desafortunadamente, el desarrollo argumental y temático encalla seriamente una vez termina el primer tercio del filme. Como tiende a ocurrir en muchas obras de Otomo, el hilo se pierde en una maraña de cables y pilas de escombros como es el caso de la persecución del Z-001 y el posterior enfrentamiento con su contraparte militar. El viaje a Kamakura, por tanto, está repleto de secuencias de destrucción urbanística e intervenciones arriesgadas por parte de los héroes (sobre todo, Haruko y Mitsuru). Hasta hay unas cuántas anécdotas que surgen de la interacción entre el robot y personajes como Terada, multiplicándose unas instancias cómicas que ya eran frecuentes gracias gracias al trío de hackers o los intentos de ligue de Mitsuru. De cualquier forma, y a pesar de que ⅕ parte del metraje es innecesaria, el trabajo de animación supervisado por Fumio Iida es notablemente alto. En particular, destacamos las secuencias de animación de personajes de Hiroyuki Okiura que involucran a la bella Haruko. Por supuesto, las secuencias de animación mecánica y de escombros son excelentes, pero en SakugaBooru faltan los créditos necesarios.
En conclusión, Roujin Z es una sátira social que aborda el reto actual de los efectos negativos del envejecimiento de la población. Aquí Otomo nos hace ver que el mero hecho de ofrecer mayores comodidades no redunda en una vejez más feliz, ya que el factor humano continuará siendo indispensable. Por otro lado, el autor de Akira aprovecha la oportunidad de criticar las ansias de militarización en el Japón contemporáneo y la política exterior con Estados Unidos. Por desgracia, el largometraje es víctima de los delirios tecnológicos vistos en su obra magna y Steamboy, extendiendo innecesariamente un conflicto que destaca por su notable animación mecánica, de personajes y de escombros. Si buscas otras sátiras ácidas te recomiendo echarle un vistazo a los cortometrajes de Osamu Tezuka o los segmentos del mangaka en Memories y Robot Carnival.
Calificación: 7
2 Comentarios
Otro gran titulo que desconozco. xD
ResponderEliminarEntre las películas de los años 90, no es tan desconocida, pero entre las obras de Katsuhiro Otomo Akira le gana por mucho en popularidad, a pesar de que la otra me parece bastante sobrevalorada más allá de que tenga puntos muy destacables como la secuencia con la que abre la película.
EliminarSaludos