Cuestiones sobre Fullmetal Alchemist (2003): Las mecánicas de la alquimia

1. Introducción

Algunos creadores de contenido como es mi caso particular padecen de una maldición que consiste en que cualquier obra de ficción se convierte en objeto de estudio más que de entretenimiento. En consecuencia, y dado que hace poco tuve la oportunidad de realizar un rewatch a la primera serie de Fullmetal Alchemist (2003-04), las ansias por emitir una opinión se apoderaron de mí. Sin embargo, soy consciente de que mi insatisfacción por sintetizar demasiado me obliga a generar textos extensos donde valoro cada aspecto que me parece destacable y asumible. Y un anime como FMA me condenaría a escribir durante muchos días y probablemente no terminaría satisfecho. Por esa razón, he decidido obrar más inteligentemente y hablar de un solo aspecto. Uno que me molestó en comparación al manga original: las mecánicas de la alquimia.


Como repaso, en el mundo de FMA, la alquimia es una ciencia capaz de manipular y alterar la materia por medio del uso de la energía natural. Este acto se conoce como transmutación, el cual sigue una secuencia de tres partes: comprensión, deconstrucción y reconstrucción. La alquimia está sujeta a determinadas leyes y principios entre los que sobresale el concepto del Intercambio Equivalente, que habitualmente se explica a través de la siguiente afirmación: “Para obtener algo, algo de igual valor debe entregarse a cambio”. Este principio del Intercambio Equivalente se divide en dos partes: la ley de conservación de la materia, la cual establece que la energía y la materia no pueden crearse de la nada (por ejemplo, para crear una estatua de madera con una masa de 5 kg se requiere la misma cantidad de dicho material); y la ley de la providencia natural, que determina que un objeto hecho de un cierto material solo puede transmutarse en otro objeto con las mismas propiedades básicas (por ejemplo, un objeto de hierro únicamente puede transformarse en otro elaborado en dicho material). La correcta aplicación de la alquimia requiere su estudio exhaustivo, así como una capacidad intelectual fuera de lo común accesible a un grupo reducido de individuos que llaman alquimistas. En caso contrario, la alquimia es imposible de ejecutar o genera accidentes peligrosos.

La alquimia en el FMA de 2003 tiene muchas más ramificaciones, pero a grandes rasgos lo que acabo de escribir en el anterior párrafo son los fundamentos básicos. Ahora bien, ¿cuál fue mi molestia? Pues que no se respetaron, en multitud de ocasiones, dichas bases fundamentales. Una diferencia que resulta importante si comparamos con el manga original de Hiromu Arakawa, que a pesar de algunos inconvenientes de talla menor fue respetuoso con sus propias reglas y, por tanto, no puso en duda la credibilidad del sistema. Por el contrario, el anime dirigido por Seiji Mizushima y guionizado en gran medida por Shō Aikawa (30 de 51 episodios) atentó contra la suspensión de la incredulidad al ignorar las mecánicas de la alquimia desde una variedad de frentes. En ocasiones, desestimaba la cantidad de la materia a transmutar y en otras la propia naturaleza del objeto. Tampoco resultaba extraño que los alquimistas crearan objetos o sustancias sin que nos comunicaran mediante palabras o acciones cuál era la forma en que lo hacían. Ni que hablar de que las particularidades del estudio y la práctica especializada en determinadas categorías fueron subestimadas, ya que algunos individuos fueron capaces de realizar proezas alquímicas careciendo de los conocimientos o la especialidad imprescindibles.

Sin duda, Fullmetal Alchemist (2003) está lleno de estas situaciones, pero vamos a limitarnos únicamente a dos casos: Clara (Psyren) e Ira (Wrath).

2. Casos de estudio

El capítulo 10 de la primera adaptación se podría considerar lo que llamamos popularmente “relleno”, pero es una parte integrante de la serie por lo que voy a tratarla igual que los demás. Aquí lo que nos importa es la alquimista Psyren, quien es retratada como una ladrona de guante blanco al estilo de Fujiko Mine de Lupin III (1971-72) o las hermanas Kisugi de Cat’s Eye (1983-85). Su alquimia está relacionada con el uso de una baraja de cartas, donde el círculo de transmutación de su pecho les otorga cualidades como mayor dureza o filosidad al emplearlas para formar un puente y una espada o lanzarlas como si fueran armas arrojadizas. El guionista, Toshiki Inoue, obviamente trataba de hacer una asociación entre los juegos mágicos de cartas y la alquimia. El problema es que las cartas, un material fabricado en celulosa, no son idóneas para el tipo de transmutaciones que realiza Psyren ya que hay materiales mucho más eficientes (véase distintos metales) para obtener los mismos resultados. Muchas de sus acciones, de cualquier manera, no tienen sentido, ya que, en su primera aparición, lanza la baraja de cartas al agua cuando eso las dañaría. Y, para terminar, la alquimista realiza transmutaciones con agua o explosiones que, en principio, no debería dominar ya que no forman parte de su especialidad y no hay nada que indique su relación con la baraja de cartas. Sin duda, el resultado habría sido más creíble si Psyren fuera una alquimista que usa trucos de mago en vez de implicar que todo esto es alquimia.


Al igual que la introducción del personaje de Ira, la alquimia de Ira se muestra y explica a partir del ep. 29. El funcionamiento de su alquimia, según el guion de Shō Aikawa, es que tiene la capacidad de fusionar la materia orgánica e inorgánica. Esta habilidad sortea la incapacidad natural de los Homúnculos para realizar alquimia gracias a la posesión de los miembros perdidos de Edward Elric. Esta explicación, sin embargo, no tiene ningún sentido porque hay un “ligerísimo” inconveniente: Ira carece de cualquier tipo de formación relacionada con la alquimia. Uno, como espectador, puede aceptar que disponga de la habilidad potencial de fusionar ambos tipos de materia, pero sin conocimientos ni práctica debería ser imposible que realizara transmutación alguna. ¿De dónde obtuvo los conocimientos? Los miembros de Edward obviamente solo le dieron la aptitud para ser alquimista, no le transfirieron ningún conocimiento. Esta situación, que podríamos resumir en “Lo hizo un mago”, no solo es incoherente sino que resta matices a la interpretación de que esta ciencia requiere de formación y especialización en un área para ser un alquimista. Y eso que no quiero citar aquellas ocasiones, aunque no sean demasiadas, donde Ira lleva a cabo transmutaciones comunes que no involucran fusionar materia viva e inanimada.

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