Análisis: Bleach - Saga de la Guerra de Sangre de los Mil Años


Sinopsis

Ichigo Kurosaki es un Shinigami sustituto cuya misión es eliminar a los Hollow que amenazan regularmente a la ciudad de Karakura junto a sus compañeros Orihime Inoue, Yasutora Sado y Uryu Ishida. Sin embargo, un día su rutina guardiana se ve interrumpida por la misteriosa aparición de Asguiaro Ebern, un Arrancar que anuncia la vuelta de Yhwach, rey de los Quincies y líder de la organización enemiga Wandenreich. La meta de Yhwach es reavivar la histórica disputa entre Shinigami y Quincy. El soberano, por tanto, invade la Sociedad de Almas. No obstante, los Shinigami son incapaces de poner freno a la matanza, por lo que el protagonista y sus aliados deciden ir en su ayuda antes de que el orden del mundo cambie para siempre. 

Introducción

La última emisión del anime original de Bleach (2004-12) tuvo lugar el 27 de marzo de 2012, momento en que se adaptaba al completo el penúltimo arco argumental del manga: la saga del Agente Perdido. Una cancelación de un anime tan popular a lo largo del globo resultó incomprensible para muchos fans, haciendo perder la fe a la mayoría a medida que pasaban los años sin recibir noticias de su regreso. En particular, esta inseguridad se convirtió casi en una certeza por la ausencia de noticias tras la finalización del manga el 22 de agosto de 2016. No obstante, nuevas producciones en ámbitos como el cine de imagen real (Bleach, 2018) y los videojuegos mantenían viva la llama conocida como fe. Finalmente, en marzo de 2020 se anunciaba el regreso del anime de Bleach, adaptando Pierrot la última parte del manga (capítulos 480 a 686 y tomos 55 a 74) entre el 2022 y el 2024.


Ahora bien, ¿mereció la pena la espera? Si bien mi percepción y la del grupo de foreros con los que compartí la lectura de la última saga de Bleach durante alrededor de 4 años no es representativa, la mayoría debió tener una sensación insatisfactoria. Es decir, todos somos conscientes de que el autor no pudo concluir su obra tal y como la había planificado inicialmente. Algunas causas que se aluden son la presión recibida por el autor, cuyo manga habitualmente estaba situado en los últimos puestos de las encuestas de la Shōnen Jump. Sea cual fuera la causa, mi valoración personal del último arco argumental se define por ser esencialmente negativa por una serie de inconvenientes que el trabajo de Tite Kubo fue arrastrando desde hace tiempo y que podemos resumir en el famoso refrán "Quien mucho abarca, poco aprieta". Un refrán que encaja tanto en la saga de la Sociedad de Almas como en la Saga Arrancar, pero con la segunda sufriendo el efecto de la cada vez más desmesurada ambición del mangaka. Por supuesto, la tercera repitió el error de su predecesor con igual o mayor desastre. Ante tal empresa, el enfoque de la reseña no se detendrá a valorar audiovisualmente la adaptación y optará por analizar el ámbito narrativo. Vayamos por partes.

La amenaza del Wandenreich

Como punto de partida, la primera temporada de Bleach: Thousand-Year Blood War (2022), compuesta por 13 episodios, empieza con la construcción de la nueva amenaza: los Quincies. Aunque la adaptación comete un error al no tomarse más tiempo en desmenuzar progresivamente el misterio, los primeros capítulos sirven bien al propósito de generar expectación por las enigmáticas desapariciones en el Rukongai, la filiación desconocida del Arrancar que ataca a Ichigo y la inexplicable irrupción en la oficina de Yamamoto. El misterio, sin embargo, continúa porque en el primer arco de Bleach contaron que los Quincies habían sido aniquilados hace siglos por los Shinigami. En consecuencia, uno se pregunta porque una facción de los Quincies logró sobrevivir y cuál es el trasfondo de la organización que integran. Las respuestas a dichos misterios no se responden con prisas, con Ishida buscando en el diario de su abuelo y los Sternritters, en especial Quilge Opie, siendo poco parlanchines a la hora de no revelar sus secretos.

A pesar de ello, nuestra curiosidad gradualmente va saciándose porque los diferentes aspectos que rodean a la organización antagonista, el Wandenreich, se exteriorizan en el transcurso de la serie. Aquí hay que dar crédito a Tite Kubo, ya que el grueso de organizaciones antagonistas del nekketsu como Demon Card (Rave Master, 2001-02) o Garra (Mob Psycho 100, 2016-22) no están muy bien definidas o su descripción tiene lagunas en algunos ámbitos. Por el contrario, la edificación del Wandenreich abarca multitud de dimensiones y elementos comunes como la jerarquía, la composición de sus miembros, el uniforme, el equipamiento (Medallón Quincy), el cuartel general (Silbern), los poderes especiales compartidos (Blut, Sombra y Quincy Voll Stern Dich), la simbología (la cruz) y la inspiración alemana (en especial, terminología).


La organización Quincy, no obstante, flaquea en otros campos que no son menores. Uno de ellos es la cuestión ideológica, donde uno creería que dadas sus semejanzas con la Alemania nazi sacarían partido a ideas como la discriminación, el dogmatismo o la superioridad racial, pero el desarrollo es exiguo. Por ejemplo, el recorrido por Hueco Mundo a duras penas explora la relación entre Quincy y Hollow a pesar de los actos de esclavitud y matanza que protagonizan los Quincies con los Arrancar. Ni siquiera la absorción de Ayon por parte de Opie revela mucho ―una mísera frase― sobre la incompatibilidad entre ambos seres hasta que Urahara lo comenta para su plan de recuperar los Bankai. La otra cuestión se relaciona con las dinámicas de grupo, que repiten los patrones habituales del grupo de villanos que compiten entre sí pero hasta el punto en que no tienen problemas en atacarse entre ellos para sobresalir a ojos de Yhwach. Algo que, por supuesto, tiene poco sentido porque no solo revela la incompetencia de sus miembros sino que muestra fragilidad en su unidad contra los Segadores de Almas. A pesar de que deberían compartir sentimientos de camaradería por su condición de supervivientes y una ideología común, la imagen es de un grupo heterogéneo donde cada uno actúa por su lado para presumir de sus poderes. De hecho, la "traición" de Yhwach al descartar a parte de sus Sternritter no genera crisis de fe alguna en subordinados como Liltotto y Giselle, que pronto olvidan su lealtad al soberano para sobrevivir.

Afortunadamente, la primera invasión del Wandenreich nos permite ignorar por el momento estos errores, que más tarde se revelarán, porque la organización de los Quincies demuestra ser una amenaza capaz de destruir el orden establecido. Si bien los Arrancar lograron igualar en múltiples instancias a los Capitanes del Gotei 13, la realidad es que el hype inicial fue difuminándose y su actuación inicial en el barrio de Karakura con Grimmjow a la cabeza está lejos de ser un verdadero shock para el espectador. Por el contrario, los Quincies emergen de forma mucho menos discreta y su paso por la Sociedad de Almas fue similar al de un desastre natural: miles de Shinigami ―tanto soldados rasos como oficiales― son asesinados en apenas un par de horas, Subcapitanes y Capitanes fueron derrotados fácilmente tras perder sus Bankai e Ichigo ―su única esperanza― es capturado por la habilidad de Opie. Es decir, una imagen desoladora que culmina con la muerte del Comandante General a manos del líder enemigo.

La vacuidad de Ichigo Kurosaki

Más allá de algunos pequeños errores o insuficiencias ―las excesivas reacciones de los capitanes o la falta de detalle en los encuentros de cada Capitán―, los auténticos problemas de la saga los encontramos a partir de aquí. Como punto de partida, el primer obstáculo está en el entrenamiento que reciben Ichigo y sus principales aliados (Rukia, Renji y Byakuya) por parte de la División Cero. Uno puede ignorar el hecho de que solo lleven a este reducido grupo a mejorar sus habilidades porque son los personajes populares a pesar de la ausencia de coherencia. Sin embargo, no podemos rechazar sus debilidades. La hoja de ruta era una propuesta interesante: recorrer los territorios de los cinco miembros de la Guardia Real para aprender u obtener algo de valor con lo que hacerse más fuertes y para conocer mejor a cada individuo y sus contribuciones. Tristemente, Tite Kubo no fue capaz de perfilar personajes más redondeados al prescindir de conflictos o relaciones humanas que los definan. En particular, Senjomaru está desprovisto hasta de una función propia en el entrenamiento.


Las primeras plataformas están bien planteadas porque Tenjirō y Kirio representan la fase de recuperación del guerrero, contribuyendo con sus inventos a la curación y alimentación de Ichigo y Renji. La tercera plataforma, ocupada por Ōetsu, continúa la hoja de ruta al ser el encargado de reforjar sus armas destruidas en la batalla. Sin embargo, aquí el tropiezo es muy notorio porque una vez más se plantea la necesidad de que Ichigo debe dialogar con su propio poder oculto. Este recurso ya se había empleado cuando tuvo que recuperar su poder de Shinigami y cuando tuvo que enfrentarse a su Hollow interior en dos ocasiones. Por cuarta vez, tenemos el mismo dilema con la diferencia de que ahora el padre tiene que contarle la verdad sobre su pasado. Aunque el flashback aporta información crucial y otorga el trasfondo necesario de la familia y los orígenes de Ichigo, el diálogo entre Zangetsu e Ichigo ―lo fundamental en su evolución― no es convincente. El dilema de Zangetsu sobre el crecimiento del adolescente como Shinigami carece de sentido porque no encaja con lo anterior sobre el personaje. Desde el principio Ichigo utilizó sus poderes de Shinigami y no fueron sustituidos por sus poderes Quincy, los cuales nunca hubo indicios de que existían en ninguna forma conocida. 

Igualmente la conexión y comprensión de los sentimientos de sus "habitantes" es el pretexto para ganar poder en vez de ser algo que forje un auténtico vínculo entre Shinigami y Zanpaku-tō. Una vez concluye el conflicto ni el Hollow ni Zangetsu tienen un papel en calidad de compañeros. Este problema ad hoc es muy representativo de la oquedad de nuestro protagonista, estancado desde la Saga Arrancar por su obligación de reiterar una y otra vez los mismos patrones de su arco de personaje. Aquí, por supuesto, se cumple a la perfección iniciando con el Ichigo cumpliendo su deber moral de ayudar a sus amigos y compañeros. Esta convicción obviamente queda destruida en el punto de quiebre donde el antagonista principal (Aizen, Yhwach) derrota sin paliativos al protagonista, quien buscaba salvar a todos pero lo único que obtiene es dolor y confusión por su incapacidad y los secretos que se niegan a revelarle (White, Masaki). Como era obvio, el protagonista se recupera gracias a la obtención de un nuevo power-up que normalmente se resume en una variación visual de su ataque especial: el Getsuga Tenshō. Aquí graciosamente el power-up solo le sirve para presumir frente a un grupo de Quincies en un intento por replicar la secuencia del rescate de Rukia, pero con el giro desesperante de que Yhwach, con sus nuevos poderes del Rey Espíritu, lo ha inutilizado y que cada vez que intenta atacarle se queda sin espada. En resumen, el personaje de Ichigo ha quedado reducido a un recurso narrativo insustancial.

El contraataque de los Shinigami

La segunda temporada de Bleach: Thousand-Year Blood War (2023) aborda principalmente la segunda invasión del Wandenreich a la Sociedad de Almas y la conquista del Palacio del Rey Espíritu. A diferencia de la anterior etapa, el encanto fundamental de esta parte radica en los duelos entre adversarios de ambos bandos. Sin embargo, el foco no recae exclusivamente en las batallas individuales sino que la dirección de la guerra cambia continuamente en favor de una facción u otra a partir de múltiples giros argumentales. Por desgracia, dichos plot twist entran en una dinámica donde progresivamente van perdiendo su efecto por la falta de mesura, quemándolos en un par de episodios. Véase, por ejemplo, el giro de que los capitanes han encontrado formas para combatir sin Bankai para que inmediatamente dichos recursos sean descartados porque los Quincy lo habían anticipado. Lo mismo ocurre después con las Shineiyaku de Urahara ―plan que está muy bien, pero la idea de que los Hollow son veneno para los Quincy no tiene plasmación en la obra―, que les permiten salir del bache pero al instante el enemigo revela que no es inconveniente porque ahora pueden utilizar sus verdaderos poderes que estaban bloqueados por el Medallón Quincy. Una y otra vez no nos dejan procesar la sorpresa actual porque insisten en destruir cualquier atisbo de victoria.

De cualquier manera, los duelos entre capitanes y Sternritter son la parte central de esta temporada. Aquí los resultados fueron entre decepcionantes y aceptables porque el refrán de “Quien mucho abarca, poco aprieta” presiona con más fuerza que nunca. A pesar de que evitaron construir personajes complejos entre los Quincy, el número de héroes que la adaptación maneja simplemente excede con creces la posibilidad de hacer algo satisfactorio con todos ellos. Como en las anteriores sagas, Tite Kubo pretende que todos tengan su cuota de participación mínima, pero es imposible. El resultado, por supuesto, son combates en los que la mayoría de los personajes son explorados de manera superficial y los encuentros apenas cumplen con ser entretenidos. En particular, los enfrentamientos han sufrido una transformación notoria. Si antes los adversarios podían dar la vuelta al combate a partir de un buen plan, suerte o destreza con la espada ahora los duelos son más intercambios de habilidades especiales por el poder de los Sternritter basado en sus letras. Un poder del que no puedes escapar si eres atacado con éxito a menos que tengas una habilidad que anule/resista a la otra: “The Fear” de Äs Nödt, “The Explode” de Bambietta Basterbin, “The Love” de PePe Waccabrada, etc.


Descartando a cualquier soldado u oficial que no tenga nivel de Capitán ―exceptuando a Renji y Rukia― porque son carne de cañón o se limitan a figurar en el campo de batalla―y eso únicamente los populares como Shūhei o Ikkaku―, las figuras a examinar son básicamente todos los Capitanes. O eso me gustaría decir. Tite Kubo rechaza a los Vizard, por lo cual Rōjūrō Ōtoribashi, Shinji Hirako y Kensei Muguruma ni pinchan ni cortan. Sus rivales los derrotan fácilmente y lo único que obtenemos de ellos son sus Bankai que permanecían inéditos, sobre todo el de Shinji que lo vimos por primera vez en el anime ―sensacional en su presentación―. Curiosamente, sus intervenciones no están lejos de los papeles protagonizados por Soi Fong y Toshiro Hitsugaya que fueron las cobayas para demostrar que el Bankai es imprescindible porque las técnicas que aprendieron no les sirvieron de nada. Al menos, el apoyo de sus subcapitanes en la pelea les agrega un poco a sus personajes. Lo que no se puede ignorar, sin embargo, es la tendencia del autor a dar cámara a Hitsugaya por ser el más personaje más popular, que vuelve aparecer dos veces más ―en la forma zombi y la forma adulta contra Gerard Valkyrie― sin que aporte nada significativo. Ser más selectivo con los personajes a participar sin duda habría resultado positivo, pero no podemos dar marcha atrás así que mejor continuemos con los siguientes.

Aquí me vais a permitir ignorar a Syunsui Kyōraku y su asistente Nanao Ise, así como al dúo formado por Mayuri y Nemu Kurotsuchi ―aunque juega un gran rol en esta parte gracias al uso exitoso de sus drogas contra los zombis de Giselle Gewelle y la identificación de las propiedades de las Sombras― porque ellos serán relevantes en la lucha contra los integrantes de Schutzstaffel. Irónicamente, las mayores victorias se localizan en personajes cuyos conflictos personales fueron explorados en la primera temporada: Shigekuni Yamamoto y Kenpachi Zaraki. El anciano solo había sido abordado en su relación con sus dos discípulos, pero ahora le tocó el turno a la conexión entre superior y subordinado. A pesar de que no es muy notable, la breve pelea con Driscoll Berci cuenta una buena historia sobre el reconocimiento del viejo hacia Chōjirō Sasakibe a partir de la cicatriz en su frente y su Bankai. Por el contrario, el origen del poder de Kenpachi está relacionado con un sentimiento de admiración hacia Retsu Unohana, quien momentáneamente pudo satisfacer las ganas de pelear de Kenpachi al punto en que le hizo sellar sus poderes y le hizo nombrar a su teniente como Yachiru. Su pelea a muerte con Retsu Unohana para desbloquear todo su poder pudo ser aún mejor sino fuera porque Unohana ha sido más un recurso narrativo que un personaje a lo largo de casi todo Bleach.

Finalmente, hay que ocuparnos del resto de la pandilla pero con la insatisfacción de que no dieron la talla. Aquí el capitán de la 7ª división, Sajin Komamura, deja una mirada reflexiva sobre la venganza que resulta en un giro de tuerca respecto a su sentido del honor y a la actitud que mostró con su amigo Tōsen Kaname al sacrificar su humanidad para vengar a su benefactor. Ambos esgrimían una razón noble (honor y justicia) pero no era más que un pretexto para su deseo de venganza. Una lástima que el ritmo apresurado de esta adaptación perjudicara la construcción del drama. A pesar de ello, el conflicto de hombre-lobo supera con creces las historias posteriores a nivel humano. Sin lugar a dudas, la injerencia de Renji Abarai es la peor con diferencia porque la obtención de la auténtica forma de su Bankai se omite totalmente y no se explora el problema con Zabimaru para no revelarle su verdadero nombre. Además, su pelea es monótona porque el Quincy, Mask de Masculine, simplemente perdió porque Renji era mucho más fuerte que él haciendo que los esfuerzos de los Shinigami anteriores por descubrir los entresijos de su poder quedaran en nada. Por último, los miembros de la familia Kuchiki nos conceden una pequeña instancia para reforzar los lazos fraternales al combatir contra Äs Nödt y Byakuya siendo el apoyo para que Rukia venza con su peligroso Bankai a la forma Tatarforas del Quincy. Lamento, sin embargo, que después nos hicieran perder el tiempo con la versión Quincy de Rommari Rureaux, que es más gracioso pero insustancial. Curiosamente, ningún personaje popular es asesinado aunque nos baitearon con las posibles muertes de Byakuya o Hitsugaya.

Conclusión

En conclusión, Bleach: Thousand-Year Blood War es una obra que inicia razonablemente bien gracias a la impactante amenaza del Wandenreich y las incógnitas detrás de esta facción en su primera intervención. La construcción de la organización antagonista y el retrato personal de personajes como Shigekuni Yamamoto y Kenpachi Zaraki también son virtudes que deben ser resaltadas en la primera parte. Por desgracia, una vez termina su primera invasión las costuras empiezan a ser visibles por todas partes. Desde los defectos del Wandenreich como organización, pasando por la vacuidad que representa la figura de Ichigo Kurosaki, hasta la torpeza de integrar de manera significativa a todos los héroes en esta saga cuando la capacidad del autor, replicada por el anime, es insuficiente para semejante tarea.

Calificación: 7 (1ª temporada) / 5 (2ª temporada)

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2 Comentarios

  1. Que paso con tu twitter? murió o que?

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    1. A lo mejor es porque cambié mi nombre. https://twitter.com/Zero_Ninja0

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