Cortometrajes de Osamu Tezuka - Años 80

A finales de 2016, algunos recordaréis que elaboré una pequeña reseña de varios cortometrajes del maestro Tezuka. Pues bien tras hacer reseñas individuales para grandes obras del autor como Historias de una calle (1962) y Cuadros de una exposición (1966), hoy me toca rematar la faena con los cortometrajes hechos por Osamu Tezuka en los años ochenta. En particular, con aquellos que me parecieron más salientables. Si no los habéis visto en Youtube y Dailymotion podéis encontrarlos todos.

Jumping (1984) 

Del catálogo de Osamu Tezuka, Jumping constituye el caso de una idea particular. Este corto simplemente se centra en un chico que salta. Desde un punto de vista subjetivo, como si nosotros fuéramos el susodicho joven, observamos cómo un desconocido salta de un lugar a otro. Primero empieza con pequeños saltos que no le hacen avanzar mucho, pero tras esquivar un automóvil empieza a saltar cada vez más alto y a más distancia. Gracias a ello, realiza una especie de viaje por todo el mundo viendo bosques, ciudades, océanos, etc. En ocasiones, nos percatamos de hechos curiosos o extraños como un pájaro que se mete en medio del salto de nuestro amigo, la vista de una mujer desnuda que estaba en un balcón o la presencia de una ballena en el mar. Son simples toques de humor para sacarnos alguna sonrisa.


En apenas seis minutos completamos este largo recorrido. En un principio, el viaje no parece tener mucho significado, pero realmente sí lo tiene. Desde hace miles de años, el ser humano ha avanzado progresando poco a poco, como si fueran pequeños saltos. Pero en ciertos momentos, sobre todo en los últimos siglos, este progreso se ha multiplicado haciendo que los saltos sean enormes, imposibles de calcular en su distancia. No es de extrañar que un salto demasiado grande puede destruirnos y por eso es recomendable empezar a reflexionar. La idea parece estar rondando el cortometraje porque en uno de eso saltos el chico llega a una zona en guerra donde aparentemente muere tras la caída de un misil nuclear que destruye todo. En la caída del chico saltarín acaba en el infierno donde los diablos parecen compadecerse de él y lo envían de vuelta a la meta. Un mensaje en la línea de un mangaka y animador tan obsesionado por la cuestión de la guerra y el progreso descontrolado.

Hablando de otros aspectos importantes, este cortometraje llama mucho la atención por dos motivos: por un lado, el punto de vista subjetivo que permite al espectador sentir como si fuera él mismo quien está saltando, mejorando así esa idea del corto; y, por otro lado, el manejo de la cámara, que permite ofrecer a Tezuka una vista desde distintos ángulos, algo muy original de su parte y con lo que no se había explorado mucho hasta entonces. Sin embargo, la obra no es perfecta. El viaje en sí mismo no es particularmente fascinante, aún cuando actúan esos ligeros toques de humor. De cualquier forma, el corto ocupa un lugar destacado en la producción no comercial del autor.

Calificación: 7


Cuando contemplo esta cinta me detengo a reflexionar y me pregunto a mí mismo: ¿Qué adjetivo es el más adecuado para definir este cortometraje? Entonces, aquel que se me viene a la cabeza es sin lugar a dudas “brillante”. Aquí encontramos un homenaje paródico al western, uno donde Tezuka se limita a narrar aquella historia conocida por todas: la del vaquero salvando a la damisela en apuros. Os preguntaréis qué tiene de extraordinario algo que suena tan poco emocionante como tirar un pañuelo en la papelera. Sin embargo, mis alabanzas están justificadas por cómo lleva a cabo la imitación. Dejadme que me explaye.

La idea del maestro Tezuka consiste básicamente en imitar esas clásicas cintas donde los problemas para reproducirlas en el casete se contaban por cientos. Y vaya si lo logró. La presentación es tan perfecta que el cortometraje simula ser una película estropeada. Al darle al “play” ya notamos cómo la calidad de imagen y sonido son muy pobres. La música de fondo es una melodía de tono alegre, pero muy repetitiva. El estilo de dibujo recuerda a la animación norteamericana de primera mitad del siglo XX. Por si ya no aparentara suficiente antigüedad, los títulos del filme señalan que es del año 1885.

Esta presentación puede resultar engañosa, tanto que no han sido pocos los incautos que, ignorando la fecha de la primera animación de la historia, han pensado por un minuto si se habían equivocado de cortometraje a reproducir. No obstante, a mitad del metraje hay un guiño de cerca de medio segundo donde aparece una señora enfadada golpeando un televisor para que mejorar la calidad de la imagen. Si bien esta es la pista más importante para darse cuenta de que aquí hubo una planificación hay señales de sobra que nos permiten captar la intención del autor respecto a este corto.


¿Cuáles son estas pistas? Pues, nada más y nada menos, que una serie de problemas audiovisuales. La reproducción de la cinta se encuentra con obstáculos tales como polvo, ralladuras, planos descuadrados, deficiencias en el sonido o pérdida temporal de la imagen, entre muchos otros. Cada uno de estos inconvenientes supone un estorbo para el vaquero, quien no contaba con ellos en un principio. Sin embargo, como si fuera el sabio Bugs Bunny aplica su ingenio para abrirse paso. ¿Hay un plano descuadrado? Pues lo muevo con la pistola para colocarlo bien. ¿No veo bien por culpa del polvo? Limpio la imagen. ¿No puedo detener el tren a tiempo? Aprovecho el bocadillo “Help” de la damisela para tirárselo y detener su marcha. En otros casos, la mala fortuna le juega en contra y solo le queda enfadarse sin posibilidad de hacer mucho. Ejemplos claros serían cuando se enreda en una maraña de cables que parecían polvo en pantalla o cuando una línea roja repentina le evita besar a la rescatada.

El humor visual de la cinta y la forma en que aprovecha todos estos recursos es simplemente brillante. Como si fuera un mago capaz de inventarse un nuevo truco en escasos segundos, jugando además con nuestras expectativas. Muestra de ello sería cuando milagrosamente se restablece la imagen y vuelve el color, aunque como era de suponer la alegría del espectador y el cowboy dura poco. Este ingenio tan vivo probablemente cause enormes carcajadas a quien lo vea, sobre todo con las divertidas soluciones que adopta el protagonista. Tal como mencioné antes las aprovecha a su favor, especialmente con el villano al robarle la pistola cuando sucede un parada en la imagen o la forma en que sube de fotograma en fotograma para pillarle desprevenido. En fin, poco más puedo decir que explique la genialidad de este cortometraje.

Calificación: 9

Push (1987)

Push (Pulsar, en español) es un cortometraje de 4 minutos sobre el desastre de la guerra, contado de forma humorística. La temática de la obra no es nueva. En casi todos sus cortometrajes -incluso fuera de ellos- se puede localizar este tema, sea como asunto central u ocupando un segundo plano. Igual que su interés por narrarlo de forma satírica. Y también como Macho (1964), se reserva para el final la sorpresa, sin olvidar la ironía que tanto le caracteriza.

La cinta abre con lo que parece ser un páramo sin vida, ocupando pronto la pantalla un vehículo del ejército manejado por el protagonista, que tiene toda la pinta de ser un soldado o mercenario. Tanto él como su uniforme y vehículo están dañados, por lo que es probable que no hace mucho estuvo en el campo de batalla y no salió indemne. Este mundo da la sensación de que fuera el escenario de esa batalla y el resultado fue este desierto. A continuación, observamos cómo se para en varios puntos. En cada uno hay una máquina capaz de cumplir con distintas necesidades: bebidas, vestimenta, vehículo, mascotas, etc. Todo ello con solo pulsar un botón y elegir la opción que más se adecua a lo que desea. 

Más tarde, llegamos a lo que parece ser la morada de Dios. Esto confirma que lo visto anteriormente sería otro mundo, donde parece que es posible crear cualquier cosa en un instante. Aquí hay quien ve una crítica a la excesiva prontitud y comodidad de los avances del mundo moderno. Es cierto. Si hacemos una comparativa con nuestra realidad, podemos ver que cada vez el progreso humano es capaz de facilitar más nuestra vida. Puede que aún no existiera Internet en la época de Tezuka, pero lo cierto es que sería el paradigma de lo que hablo. Con Internet uno es capaz de tener multitud de opciones con solo un par de clics. Poniéndolo en conexión con lo visto en esta obra, el ser humano tiene la sensación de que no hay nada que no se pueda lograr o amañar.


Pero la sorpresa llega cuando nuestro protagonista, ahora presentable, decide aparecerse ante Dios y pedirle que cree una nueva Tierra. Si existen todas esas máquinas podría hacerlo, ¿verdad? Bien, ¿y qué creéis que le contestó? Que era imposible. No hay otra Tierra nueva. Irónicamente, hacen uso por primera vez de la palabra pulsar. Según Dios, el ser humano pulsó el botón equivocado. Y si nos fijamos bien una vez desaparece Dios, el hombre desesperado mira al horizonte. Aquí la cámara cambia el encuadre a uno más amplio y se desplaza para que podamos ver lo que hay: un inmenso páramo fruto de haber utilizado armas de guerra mortíferas. Presuntamente, creo que está claro que se refiere a la bomba nuclear. De ahí lo de “botón equivocado”. 

Sin duda, esto también causa una impresión potente en el espectador, quien pese a la ironía utilizada por Tezuka reflexiona sobre este hecho. Vivimos con la idea de que todo tiene arreglo, pero si nos cargáramos el mundo no habría solución posible. Por mucho que avancemos, Tierra solo hay una. A pesar del golpe moral, Tezuka no se contenta y acaba con un “Muchas gracias”, ironizando con que obtuvimos lo que pedimos.

Calificación: 6

Muramasa (1987)

Al igual que Fedro y Esopo, a Osamu Tezuka le gusta hacer fábulas para su público aunque para los que disfrutan la animación y no la literatura. En esta ocasión, hablaremos de Muramasa (1987), un cortometraje de ocho minutos que cuenta el relato de un hombre que un mal día obtiene una espada demoníaca con una gran capacidad para cortar lo que sea, pero que distorsiona la percepción de su dueño al punto que para él todos los seres humanos son muñecos de paja que deben ser cortados. El cortometraje constituye una simple alegoría acerca de la locura de la guerra.

En un principio la espada maldita, como un instrumento hecho para matar, se exhibe como un objeto maravilloso. Todo lo que se topa en su camino es cortado con facilidad. De una u otra manera, el samurái nota que de la espada emana el espíritu de su antiguo propietario, ahora un muerto viviente. Un hecho que sirve, al igual que con el samurái, para indicar el peligro del artefacto. Sin embargo, el hombre está cegado con su poder. De ahí que ignore la advertencia del monje sobre deshacerse de la espada. Como resultado, termina por asesinar a un hombre al confundirlo con un muñeco de paja que corta de forma casi instintiva. A pesar de que comprende su error, el proceso se repite una vez tras otra hasta que un agente de la ley muere. Perseguido e incapaz de deshacerse de ella, intenta en vano frenar su impulso de matar, siendo la única excepción un pequeño niño. No obstante, su final está la vuelta de la esquina porque se convierte en un muñeco de paja como los que veía.


Tal como se puede intuir, el cortometraje relata el proceso de deshumanización del samurái a través de la violencia ejercida con la espada maldita. Las espadas, al igual que otras armas, fueron creadas con el objetivo primario de quitarle la vida a alguien. Por ello es de esperar que arrebatarle la vida a alguien implique minar nuestra humanidad. Y como la violencia engendra más violencia, este samurái es incapaz de detener su impulso asesino. Una historia que, por cierto, no acaba con la conversión en muñeco de paja del hombre y su muerte sino que continúa con el siguiente que se apodera de ella igual que lo hizo nuestro protagonista. Un final circular que resulta nuevo en la filmografía de Tezuka, quien se pirra más por lo impredecible e irónico.

De su humor habitual también se desprende, pero no de las imágenes como el medio principal para contar su historia. El director combina imágenes estáticas e imágenes ligeramente animadas, con lo que consigue un efecto de secuencia narrativa que nos permite comprender la historia al tiempo que apreciamos el arte. El conjunto de imágenes, por otro lado, está respaldado por instrumentalización de carácter tradicional. Está claro que Tezuka pretendía alejarse de su zona de confort para probar algo nuevo y creo que lo consiguió.

Calificación: 7

Publicar un comentario

4 Comentarios

  1. Suenan muy interesantes.Intentare hacerme tiempo en esta cuarentena en la que lamentablemente ando en las calles, ya que soy periodista.
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que el trabajo sea lo más leve y ameno posible.

      Saludos

      Eliminar
  2. No conocía ninguno de estos cortometrajes, siempre enriqueciendo la experiencia amigo. Gracias por estas menciones y por la reseña. Me llama la atención Push, mas que nada por la historia planteada y por el diseño de dibujo, se que Tezuka buscaba tener un estilo de dibujo similar al de Disney pero este corto pese a que mantiene un estilo de cartoon norteamericano, no se asemeja para nada a algun trabajo de Walt Disney

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En realidad, su estilo para cortometrajes es más similar al cartoon americano que a Disney. Solo en un cortometraje emula este estilo. Push lo puedes encontrar en Dailymotion si tienes ganas de verlo.

      Saludos

      Eliminar
Emoji
(y)
:)
:(
hihi
:-)
:D
=D
:-d
;(
;-(
@-)
:P
:o
:>)
(o)
:p
(p)
:-s
(m)
8-)
:-t
:-b
b-(
:-#
=p~
x-)
(k)