Sinopsis
Atenea (Saori Kido) recibe la visita de Febo Abel, su hermano mayor y autoproclamado Dios del Sol. Su intención es castigar a la humanidad por sus pecados, sustituyendo a Atenea en su posición y destituyendo a los Caballeros de Bronce por los Santos de la Corona (Belenike de Coma, Jaō de Lince y Atlas de Carina) y los Caballeros de Oro resucitados (Saga de Géminis, Máscara de Muerte de Cáncer, Shura de Capricornio, Camus de Acuario y Afrodita de Piscis) en calidad de guardaespaldas. No obstante, Seiya de Pegaso y sus compañeros deciden luchar por Atenea una vez son conscientes de que el cosmos de su diosa desaparece repentinamente tras el fallido intento de atacarlo por sorpresa. ¿Serán capaces de enfrentar a los Caballeros de Oro y los Santos de la Corona? ¿Podrán vencer a este nuevo Dios?
Trama y Desarrollo
La dimensión cinematográfica de Saint Seiya ha sido muy prolífica a lo largo de la historia de la franquicia. En particular, durante la emisión de la primera serie de televisión, Saint Seiya (1986-89), Toei produjo un total de cuatro largometrajes. De este grupo, Saint Seiya: Shinku no Shounen Densetsu (1988) es el mejor valorado con diferencia. El director del proyecto fue el infatigable Shigeyasu Yamauchi, uno de los mayores representantes de la versión animada al participar en casi todas las obras hasta su marcha de Toei a mediados de los 2000. El guion de la película fue realizado por Yoshiyuki Suga, otro habitual del equipo cuyas aportaciones son visibles en 54 de los 114 episodios de la serie de TV. El diseño de personajes recayó, otra vez, en los nombres legendarios Michi Himeno y Shingo Araki. Este último también continuó en su labor como director de animación. La dirección de arte le correspondió a Tadao Kubota, función que también ejerció en los otros filmes, junto al más desconocido profesional de Toei Fumihiro Uchikawa. Por último, la lista de nombres ilustres termina con el compositor Seiji Yokoyama, que siguió colaborando en Saint Seiya hasta la conclusión de la saga de Hades.
La configuración del staff principal no exhibe cambios significativos, por lo que... ¿de verdad estamos ante un filme diferente? Pues... en parte sí, pero en parte no. De la misma forma que todas las películas de Dragon Ball Z (1989-96) o Slam Dunk (1993-96) seguían una fórmula repetitiva, el largometraje de Saint Seiya no fue una excepción. Así nos encontramos con que Seiya y sus compañeros de armas tienen que hacer frente a un nuevo enemigo cuyo propósito es destruir a la humanidad. Atenea lo enfrenta en vano, obligando a sus protectores a salvarla derrotando, en primer lugar, a los guerreros antagónicos y, en segundo término, al villano que mueve los hilos. Este predecible desarrollo de eventos expresa también su falta de originalidad a partir de una serie de tópicos gastados como la identidad divina del antagonista, la aparición de un grupo de secuaces que se enfrenta a los Caballeros de Bronce, el muy oportuno rescate del hermano menor por parte de Ikki de Fénix o el ataque final de Seiya en la forma de flecha de Sagitario. Es decir, argumentalmente el título presente no es una película muy diferente de sus hermanas.
Sin embargo, este esquema tan simple y reiterativo fue adaptado esencialmente para películas de 45 minutos. Saint Seiya: Shinku no Shounen Densetsu, en cambio, alcanza los 75 minutos de metraje. Esta diferencia de media hora es fundamental porque con ello Yamauchi consigue ir más allá de la superficialidad impuesta por la receta compartida por el cuarteto fílmico. Por supuesto, la fórmula continúa marcando determinadas pautas, pero la confrontación entre los Caballeros de Bronce y Febo Abel muestra cambios significativos que merecen ser aclarados poco a poco. En caso contrario, comprender el valor de este título dentro de la filmografía de Saint Seiya resultará complicado.
Desde una óptica temática, la cuestión principal del largometraje suele pasar desapercibida al apoyarse mucho en el subtexto. El texto, por el contrario, no contribuye demasiado porque el diálogo de los personajes sobresale múltiples veces por su convencionalidad. Tal y como si se tratara de otro de los filmes de Saint Seiya del período, preocupado por no alejarse mucho de lo que han estado haciendo hasta ahora. Afortunadamente, dicha limitación no sepultó el plan de Yamauchi: poner a prueba los sentimientos de Seiya y el antagonista en su relación con Saori/Atenea. Ambos están muy unidos a la diosa, pero las formas en que expresan su amor por ella son tan distintas que se contraponen y evolucionan a lo largo de la película. La oposición tendrá su manifestación visual a partir de la luz, mutando en sus formas teleológicamente en relación a Seiya y Febo Abel. Desde la oscuridad hasta la luz, en el caso del protagonista, y desde la luz hasta la sombra, en el caso del antagonista.
Por un lado, Seiya de Pegaso, un personaje al que acusan de plano por su convicción inquebrantable a lo largo de la serie, experimenta una crisis existencial cuando le comunican que los Caballeros de Bronce son destituidos de su cargo en favor de los Santos de la Corona. Seiya protesta por el cambio, pero sus quejas son ignoradas y Saori los abandona para unirse al nuevo dios. Las imágenes de la ruptura de Saori alcanzan el plano romántico, pero el texto hace hincapié en su devoción (amor espiritual) porque servir a la diosa constituye la razón de su existencia. Su aflicción se exterioriza lumínicamente durante el atardecer, derramando sus lágrimas frente a un muelle donde se arremolinan objetos abandonados y suena de fondo una bocina de un barco que acaba de zarpar.
La extinción del cosmos de Saori, sin embargo, provoca que su crisis desemboque en un acto suicida frente a Atlas de Carina, cayendo derrotado fácilmente. Aquí Saga de Gemini, villano principal de la Saga del Santuario, se redime de sus pecados al asistirle en su abatimiento. Él logra restaurar sus convicciones al revelarle el plan fallido de Saori y la posibilidad de salvar su alma de caer al mundo de los muertos. Además, Saga le pone a prueba en un choque entre sus técnicas más poderosas para que encuentre la clave de la victoria (el Séptimo Sentido) en su misión. A partir de aquí, y pese a las caídas frente Atlas y Abel, la fe renovada del héroe le permite despertar el Séptimo Sentido y adquirir el Cloth de Sagitario. El brillo de la armadura y de su cosmos son importantes, ya que su luz dorada va creciendo en intensidad en la batalla hasta el punto en que supera el resplandor verde de Abel. El poder de Seiya, por tanto, supera al de la deidad frente a él.
Por otro lado, Febo Abel probablemente nos recuerde a seres divinos que aspiran a destruir a la humanidad y/o tomar el lugar de Atenea en el Santuario como sus compañeros Eris, Dolbar o Lucifer. Sin embargo, el Dios del Sol está lejos de ser una figura muy plana por su relación con Atenea. La contraparte de Seiya ama a su hermana, pero como vamos a ir descubriendo su amor es muy diferente. En un inicio, la figura de Abel se presenta positivamente a ojos del espectador. Su meta parece ser retomar la relación fraternal de su niñez, imagen representada en el grupo escultórico que pone fin a la cinta. Por esa razón, el primer tercio muestra cómo pasan el tiempo en actividades sin importancia como meter los pies en el agua y jugar con los peces, colocarle flores en el pelo o tocar el arpa para ella. Visualmente, el Sol muestra su cara más amable a partir de paisajes verdes llenos de flores y aguas cristalinas donde los rayos del Sol se reflejan. Además, el astro solar, por su tamaño y luminosidad, se muestra imponente en el cielo. Tal idilio sería digno de la Arcadia de los poetas del Renacimiento y Romanticismo.
No obstante, esta primera impresión no describe verdaderamente a Abel. Su amor demuestra ser egoísta, queriendo destruir a los seres humanos que siempre ha protegido Atenea. Abel, al igual que Poseidón o Hades, justifica la destrucción de la humanidad por sus defectos éticos, pero los celos hacia lo más querido por su hermana probablemente sean lo que haya motivado su deseo de replicar el gran diluvio. Ahora bien, lo que pone de manifiesto su amor egoísta es su reacción a la traición de Atenea: la castiga con la muerte. Una muerte sosegada, sin duda, ya que la envía a los Campos Elíseos. Sin embargo, las diferencias con Seiya se acentúan más en esta parte. Mientras Seiya intenta rescatar el alma de Saori a punto de cruzar la Colina de Yomotsu, Abel se obsesiona con preservar la belleza corpórea de Atenea en un ataúd de hielo encargado a Hyoga. Su auténtica naturaleza parece salir a la luz en esta parte porque su poder requiere de absorber la luz en lugar de emitirla como antes, volviendo la estancia más oscura. Finalmente, esta convicción sobre su amor se quiebra cuando la lealtad y valentía de Seiya le devuelven la vida a Saori, haciendo que él mismo reconozca el amor del Pegaso es superior al suyo.
Desde la óptica de la acción, el reto que encaran los Caballeros de Atenea se distingue de los restantes largometrajes por la aparición de dos tipos de enemigos: los Caballeros de Oro y los Santos de la Corona. Su orden de aparición también constituye una diferenciación en cuestión de dificultad, ya que los resucitados luchan en primer lugar y, a continuación, los Santos de la Corona ganan rápidamente a los victoriosos Shiryu, Shun e Ikki. No obstante, el resultado no fue satisfactorio. A excepción de Saga, quien lucha para reparar la confianza del protagonista y derrota a uno de los Santos de la Corona, los demás son eliminados en un pis pas y recurren a las mismas técnicas finales que ya habían utilizado en la saga del Santuario. La sensación es que fueron enemigos menores frente al trío de obstáculos introducidos en la cinta. Tal vez lo más apropiado habría sido prestar atención a los auténticos villanos o diseñar nuevas técnicas para Máscara de Muerte y Afrodita.
En términos visuales, la animación de Saint Seiya: Shinku no Shounen Densetsu obviamente sigue los patrones estilísticos de la serie de TV. La diferencia es que, de la misma forma que los dos pasados proyectos cinematográficos, está supervisado por el genio artístico de Shingo Araki. Por esa razón, los diseños de personaje exhiben una minuciosidad superior en cuanto a detalles se refiere en el rostro (sobre todo, los ojos), el cabello y las armaduras. A pesar de su meticuloso trabajo, la animación enfatiza continuamente la animación de personajes con unos efectos muy estéticos: la ondulación del cabello, el brillo palpitante de las pupilas de los ojos, la fragmentación de las armaduras dañadas, etc. En particular, los ataques ardientes de Atlas que impactan en los oponentes causan una serie de efectos asombrosos. El cuerpo se contrae y expande durante unos instantes, generando inmediatamente unos efectos bellísimos de luz y humo en varias direcciones.
Por último, hay que señalar que la cinta fue una probable influencia para la saga de Hades, la cual no empezó bien entrado el año 1989. Algunas de las similitudes más importantes son la resurrección de los Caballeros de Oro por intervención divina, el plan secreto de Atenea y su aparente muerte y el papel redentor de Saga. Otras menos relevantes están relacionadas con la semejanza en la muerte de Saga (película) con la muerte de Kanon (manga) y la utilización de la técnica de Belenike de Coma con la de Minos de Griffon.
En conclusión, Saint Seiya: Shinku no Shounen Densetsu es una propuesta superior dentro del cuarteto de filmes de la década de 1980. Sus 75 minutos de metraje le permiten desarrollar su argumento de forma menos insustancial, edificando un conflicto nuevo para el protagonista a partir de su crisis de fe e impulsando una dimensión más humana para la deidad antagónica. Por el contrario, continúa siendo víctima de los clichés que perjudican a las películas de Saint Seiya y los encuentros con Máscara de Muerte y Afrodita son una pérdida de tiempo teniendo en cuenta que son rivales que ya fueron derrotados en la serie de TV. Por fortuna, el fandom mantiene en su favor las cualidades de una animación que sobresale por una estética bellísima gracias a los minuciosos diseños de personaje y la particular animación de personajes.
Calificación: 7
PD: Mención a Naiya de Dragón, cuyo trabajo me permitió precisar aspectos visuales y narrativos sobre la obra.
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