Reseña: Gall Force 1 - Eternal Story

 


Sinopsis

Desde hace siglos, dos civilizaciones muy avanzadas tecnológicamente se enfrentan en una guerra perpetua. Por un lado están los Paranoids, una raza de alienígenas humanoides; y por el otro lado están los Solenoids, que son similares a las mujeres humanas. En una de estas batallas, la flota Solenoid abandona el conflicto para  defender el planeta Chaos, pero una de sus naves, la Star Leaf, se separa de la flota. En esta solo quedan con vida siete mujeres: Eluza, Rabby, Lufy, Catty, Pony, Patty y Remy. Tras escapar por poco de la batalla, la tripulación de la Star Leaf decide continuar las órdenes de ir a defender el planeta Chaos. Sin embargo, resulta que la nave y su tripulación son objeto de una siniestro experimento por parte de ambos contendientes. ¿Qué les deparará el futuro?

Trama y Desarrollo

Una de las franquicias más célebres y rentables dentro del área OVA de la década de 1980 fue Gall Force. A pesar de que Central Park Media licenció gran parte de sus filmes y miniseries, su impacto fue menor en Occidente. El origen de la franquicia cinematográfica se encuentra en Star Front Gall Force, fotonovela en 3D que surgió en la revista mensual Model Graphix. Aquí se presentan varios de los personajes (Rabby, Patty y Rumi) que más tarde forman parte del elenco principal del primer largometraje, aunque de acuerdo con la versión en inglés de Wikipedia Star Front perdió su importancia en el canon. En cualquier caso, la franquicia fue prosperando a partir de secuelas, spin-off y remakes que extendieron su período de vida durante alrededor de diez años (de 1986 a 1997).

El largometraje inicial de la primera trilogía, Gall Force: Eternal Story (1986), fue producido por los estudios AIC y Artmic. El director que encabezó el proyecto fue Katsuhito Akiyama, un artista de storyboard y director de episodios en bastantes títulos mecha de la primera mitad de los 80 que con su debut en la dirección de la película se convierte en uno de los principales directores de AIC. Los otros miembros destacados del staff fueron Sukehiro Tomita, guionista conocido por sus trabajos posteriores en Sailor Moon (1992-97) y Wedding Peach (1995-96); Kenichi Sonoda, cuya carrera artística empezó como diseñador de personajes en AIC y luego en calidad de mangaka; Hideki Kakinuma, creador de la idea original y diseñador mecánico habitual del estudio; Masahiro Tanaka y Nobuyuki Kitajima, ambos compartiendo el cargo de director de animación; Junichi Azuma, director de arte que como la mayoría no llevaba tanto tiempo en la industria; e Ichizo Seo, compositor musical de la primera trilogía. Veamos cómo se defendieron sus responsables en este primer proyecto.

Gall Force: Eternal Story (1986) es una ópera espacial cuyo conflicto bélico nos recuerda, en gran medida, a animes mecha de la misma década como Space Runaway Ideon (1980-81) y Macross (1982-83). Su tesis principal, por tanto, aborda la incapacidad de la humanidad para resolver sus diferencias sin depender de la guerra. Este hecho queda evidentemente plasmado en el fracaso del Plan de Unificación de Especies, un proyecto en el cual los altos mandos de ambas facciones en guerra colaboraron para desarrollar una tercera raza alienígena a partir de la combinación genética de Paranoids y Solnoids. La nueva forma de vida, en consecuencia, tendría el papel de servir de intermediario entre ambos. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurrió en Macross, el resultado del proyecto se convierte en el objeto de una nueva disputa que reinicia las hostilidades entre ambos bandos.


La culpabilidad de esta destructiva guerra, no obstante, recae en la élite militar que gobierna a los soldados de Paranoids y Solnoids. Sus acciones destructivas les han llevado a crear armas de destrucción semejantes a la bomba atómica, pero a escala interplanetaria. Este hecho daría lugar a una Destrucción Mutua Asegurada (DMA), por lo que para evitar tal escenario se ideó el Plan de Unificación de Especies. Sin embargo, este proyecto también demuestra la misma inhumanidad por parte de estos líderes militares porque la fusión entre especies tan diferentes ha supuesto decenas o cientos de muertes entre los Solnoids. Un hecho que no ha impedido a los conspiradores continuar actuando hasta lograr un éxito, convirtiendo a sus ciudadanos en conejillos de Indias de un experimento del que no saben nada.

El inconveniente es que el drama bélico no resultó tan convincente como cabría esperar. Uno de los problemas que se acostumbra a señalar es el episodio de la invasión extraterrestre de la nave. El plan Exodermos de los Paranoids contra la Star Leaf hace que la narración transite del drama bélico al terror espacial. Así nos encontramos con que la tripulación debe afrontar una amenaza extraterrestre desconocida que, poco a poco, va diezmando a sus integrantes. El episodio de terror alienígena no solo implica un cambio brusco de tono sino que la cinta peca de escasa originalidad al inspirarse tan directamente en Alien: El octavo pasajero (1979). Es decir, Sukehiro Tomita no se conforma con un monstruo multiforme sino que también agrega a la lista el androide que finge ser humano, el ordenador que no responde a las preguntas de la tripulación, el plan secreto del que no saben nada y el carácter sexual de los ataques. 

Otra cuestión a destacar es la acción, donde el trabajo de Morifumi Naka como director de la animación mecánica resulta entre notable y sobresaliente. La inspiración en Macross, una vez más, resulta obvia. Las naves espaciales y los aviones de guerra ―estos últimos son capaces de transformarse en mechas humanoides― se mueven a velocidades endiabladas y con total fluidez por el espacio. La animación de efectos también está al orden del día con explosiones, misiles y rayos láser. En particular, el público quedará maravillado con la perfecta trayectoria que dibujan los rayos de energía que emergen de las naves en liza. Algunos de los puntos más altos de la cinta en términos de acción corresponden al temerario aterrizaje de Lufy en la Star Leaf, el sacrificio heroico de Lufy o la persecución motorizada de Rabby y las demás chicas en el planeta Chaos.


A pesar de la brillantez de la animación, la acción ocupa una parcela más relevante de lo que le debería corresponder. Los principales afectados son los personajes que sostienen esta space opera. Su elenco protagónico femenino es un ejemplo muy representativo del fanatismo de la época por la figura femenina, impulsado por unos diseños de personaje monos, coloridos y de facciones redondeadas realizados por Kenichi Sonoda. Además, el largometraje está trufado de momentos cómicos, ocasionados por el comic relief de Rumy y la torpeza de los cíclopes robots; y por fanservice sexual, con las recurrentes escenas de ducha con desnudos parciales, que ayudan al público masculino a “simpatizar” con ellas. 

Más allá de que, en alguna ocasión, estos momentos no estén adecuadamente localizados, el problema radica en que la caracterización es deficiente. Muchos de los personajes se limitan a encajar en un estereotipo concreto según el rol que ejercen o la personalidad que encarnan en la narración: la capitana, el alivio cómico, la víctima, la chica-robot, etc. Sin duda, todas tienen alguna instancia para no pasar desapercibidas, pero a duras penas son capaces de articular una caracterización sólida y establecer relaciones bien cimentadas con el resto de sus compañeras de armas. Un problema que tal vez podría haberse reducido de eliminar a algún miembro del elenco, trasladando sus funciones y/o rasgos principales. La única excepción en el grupo es la “Attacker” Lufy, un personaje cuya actitud remite a la clásica delincuente juvenil. Así, Lufy es una mujer dura y arisca cuya actitud genera tensiones y fricciones con el resto del grupo al ignorar las órdenes y carecer de la sensibilidad suficiente. Sus problemas de convivencia, no obstante, vienen motivados por su experiencia bélica, siendo testigo del asesinato de muchas de sus antiguas compañeras. Su sacrificio heroico, en favor de la supervivencia de sus nuevas camaradas, permite desarrollar efectivamente su arco de personaje.

En conclusión, Gall Force: Eternal Story fusiona los conceptos de Alien: El octavo pasajero y Macross (y su largometraje posterior) para dar lugar a una extraña ópera espacial donde una élite militar, responsable de la guerra, fracasa en su conspiración de “paz”. La cinta sobresale por sus secuencias de acción mecánica, con naves espaciales y mechas desplegando su poder libremente en el espacio exterior. Por desgracia, el drama de esta tripulación femenina resulta poco convincente por la caracterización deficiente (a excepción de la rebelde Lufy). El argumento continuó desarrollándose en filmes posteriores de la trilogía (Gall Force 2: Destruction, 1987; y Gall Force 3: Stardust War, 1988), pero siendo cada vez más reiterativo en sus explicaciones y sin metraje suficiente para abordar a los personajes nuevos.

Calificación: 6

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2 Comentarios

  1. Tenía buenas ideas, pero fue muy desaprovechado, una pena

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    1. Desde mi punto de vista, las ideas están más a aprovechar que a desaprovechar. Y por eso no es mala pero tampoco brillante como podria haber sido.

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